ALERTAS TEMPRANAS PARA EL NUEVO POT: Espacio público y recursos naturales serán uno

Vivimos fenómenos climáticos cada vez más intensos y frecuentes; el planeta nos pasa las cuentas de cobro por el abuso de sus recursos naturales, y tenemos pocos años para dar un giro radical al crecimiento de las áreas urbanas –que aglomeran hoy la mayor parte de la población mundial- y su vasta demanda de consumo, antes de que los daños sean irreversibles. En otras palabras, nuestro tiempo es un punto de inflexión, y aún es oportuno y posible atender las alertas de la comunidad científica sobre la relación entre el calentamiento global, la escasez de recursos y el ordenamiento urbano de los próximos años.

Bogotá se prepara para discutir su nuevo Plan de Ordenamiento Territorial –POT, es decir, las reglas de juego para el crecimiento y desarrollo sostenible de la ciudad en los próximos 12 años. Nosotros iniciamos ya nuestro estudio, y es evidente que el POT actual carecía de herramientas de seguimiento, vigilancia y control suficientes para garantizar la protección y conservación del patrimonio ambiental de la ciudad. Terminaron siendo los estrados judiciales quienes han tomado las decisiones que la administración distrital debía asumir.

No en vano, los bogotanos sabemos que el abandono de los cerros orientales y los humedales facilitaron las ocupaciones ilegales de sus terrenos, que a la postre derivaron en problemas como los incendios forestales, riesgos por deslizamiento e inundaciones. Tampoco es un secreto que la falta de control en el manejo de residuos y las emisiones terminaron contaminando las fuentes hídricas y empeorando la calidad del aire.

El nuevo POT nos plantea un escenario sobre el que debemos poner la lupa, y es la eventual integración del espacio público con la estructura ambiental de la ciudad. Actualmente son componentes distintos: una Estructura Ecológica Principal y un Sistema de Espacio Público. La nueva propuesta facilitaría el acceso de los ciudadanos a los recursos naturales para su valoración, apropiación y disfrute[1], y ampliaría las áreas de espacio público con senderos peatonales y ciclorrutas. Sin embargo, esta propuesta es susceptible de generar riesgos de cara al cumplimiento de las metas de conservación ambiental, pues su objetivo fundamental es aumentar el espacio público.

Un primer efecto de esta decisión es la creación de un Parque Metropolitano Lineal en la Reserva Forestal Protectora Bosque Oriental de Bogotá; en otras palabras, una zona de senderismo, contemplación, recreación y aprovechamiento ambiental a lo largo de los cerros orientales. De hecho, la administración distrital promueve hoy el mencionado Sendero Panorámico o Sendero de las Mariposas, una franja de espacio público de 15 km que permitiría el ingreso de la población capitalina a la Reserva; no obstante, existen 4 senderos en los cerros, recorridos por más de 39.000 personas en los últimos 3 años: El Delirio (San Cristóbal), Santa Ana (Usaquén), la Quebrada La Vieja (Chapinero) y San Francisco (Santa Fe).

El riesgo está en las zonas de preservación de la Reserva de los cerros orientales, que corresponden a 7.497,98 Ha (57 % del área total), y sólo permiten actividades de protección forestal, protección de la biodiversidad y del paisaje, investigación científica y monitoreo ambiental. Ciertamente, también es permitida la recreación pasiva y el desarrollo de senderos ecológicos, pero estrictamente deben ser peatonales, y se debe evitar la fragmentación de los hábitats de fauna nativa, y no permitan la nivelación topográfica.

Ahora que la luz verde al Sendero de las Mariposas depende de la Agencia Nacional de Licencias Ambientales – ANLA, le exigimos a la nación que la construcción del sendero no sólo cumpla con criterios de diseño eco-sostenible, sino que también respete los usos de la zona de preservación de los cerros tal y como fueron definidos por el Plan de Manejo Ambiental de la Reserva.

Además, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca – CAR, que lleva a cabo el estudio del componente ambiental del POT, debe garantizar el balance entre la conservación y el aprovechamiento de los servicios ambientales de aquellos proyectos enfocados en la apropiación ciudadana. No debemos olvidar que hoy los incendios forestales son causados por personas en un 90 %, y existen 19 procesos sancionatorios de la CAR por construcción indebida en esa zona.

En segundo lugar, el POT contempla un Manual de Paisaje Urbano que reemplazaría el actual Manual de Silvicultura Urbana –que viene del año 2009-. Recordemos que el Decreto Distrital 383 de 2018 introdujo el concepto de “diseño paisajístico” en el manejo del arbolado urbano de Bogotá; sin embargo, la falta de criterios técnicos y ecológicos dentro de este concepto ha generado una alta inconformidad de la ciudadanía en cuanto a la manera como el distrito adelanta las acciones de tala.

Por ejemplo, el año pasado se autorizó la tala de 1.292 árboles en espacio público por motivos de renovación paisajística en 12 sectores de la ciudad. Tomando una nuestra de 190 árboles autorizados en la carrera novena y en un tramo de la carrera 30, observamos que menos del 15% de éstos tenían razones físicas o sanitarias para ser talados, lo que representa un deterioro ambiental y económico para el distrito por ejecutar talas que no son necesarias. Es decir, el 85 % de las autorizaciones de tala carecía de rigor técnico por parte del Jardín Botánico y la Secretaría de Ambiente.

La administración distrital ha justificado sus talas indiscriminadas bajo la idea de “Mejoramiento del Paisaje Urbano”, que cae en el error de ver a los árboles como un artículo del mobiliario urbano, mas no como un ser vivo que presta servicios ambientales y es hábitat de especies de fauna. En otras palabras, el arbolado urbano no sólo es una cuestión de belleza escénica, y no vamos a permitir gastos innecesarios por renovaciones paisajísticas sin rigor técnico.

En tercer lugar, los corredores ecológicos de ronda, como ríos, canales, vallados y quebradas, se convertirán en Corredores Ecológicos Hídricos (en suelo rural) o Parques Lineales Hídricos (en suelo urbano o de expansión). Estos últimos serán acompañados de unas “Franjas de protección y recreación”.

El riesgo aquí son los impactos de las obras de estos parques lineales en el manejo de las aguas lluvias, pues endurecer las áreas cercanas a los ríos y canales, así como la remoción de las coberturas vegetales, impiden la filtración del agua, produciendo inundaciones y encharcamientos.

Los tres proyectos mencionados, el Sendero de las Mariposas, el Manual de Paisaje Urbano y los parques lineales hídricos no pueden convertirse en caprichos de la actual administración que deban ser integrados sin criterios rigurosos a la carta de navegación de la ciudad para el próximo decenio, especialmente en un contexto de cambio climático que afronta todo el planeta.

La apropiación de los recursos naturales puede aumentar el sentido de pertenencia entre los bogotanos hacia su ciudad, y debe contar con programas de educación ambiental que acompañen permanentemente el desarrollo del nuevo ordenamiento territorial, si queremos garantizar la preservación de las funciones ecosistémicas de estructura ecológica ambiental.


[1] Proyecto de Acuerdo del Plan de Ordenamiento Territorial 2019.

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