Bogotá bajo la amenaza de los escombros

Después del derribamiento del edificio Mónaco en Medellín, una preocupación invadió a los paisas; ¿qué hacer con los escombros y cómo manejar este tipo de residuos? La Alcaldía de esta ciudad y varias empresas tuvieron que planear toda una operación de alto nivel para evitar que individuos inescrupulosos los reusaran o los llevaran a lugares no aptos para su correcta disposición. En la capital de Antioquia la llamada economía circular ya empezó a operar y se está pasando de un esquema de producir, usar y disponer, a producir, usar, reciclar y reutilizar.

Bogotá también tiene que pensar en esto. La generación de escombros y residuos de la construcción en la Capital va en aumento, es tan grave la situación que, si no hacemos algo pronto, nos vamos a inundar de este material sobrante que en muchos casos pueden ser aprovechables.  Cada año la Capital produce 12 millones de toneladas de escombros, de los cuáles 3 millones van a parar a botaderos ilegales de los cuales se han identificado más de 345 puntos críticos. Estos pueden ser fácilmente ubicados por los ciudadanos; generalmente son calles oscuras, separadores, humedales y sitios abandonados. Allí se ven, además de la basura arrumada, lavamanos, inodoros y todo tipo de material de escombros.

El Distrito Capital tiene solo cuatro escombreras, (sitios legales de disposición) ubicadas en el sur occidente de la ciudad a donde son llevados estos residuos. El plástico o PVC, el acero, el hierro, el cobre y los residuos vegetales serían aprovechables.

La cantidad de residuos de construcción ha aumentado en los últimos años en todas las localidades, pero lo peor está por venir sin que la ciudad esté preparada para ello. Para el año 2021, Bogotá producirá 20 millones de toneladas de Residuos de Construcción y Demolición (R.C.D.)  y sólo se aprovechará el 10% de ese material. El resto quedará en las escombreras e irá a parar al relleno de Doña Juana o a los humedales y separadores de la ciudad.

Teniendo en cuenta lo anterior, si a esto le sumamos que las nuevas obras de infraestructura en movilidad que se contratarán por más de $27 billones de pesos, requerirían la adquisición de más de 100 mil predios, que en su mayoría deberán de ser demolidos y estos residuos reciclados, nos veremos abocados a una hecatombe de escombros de proporciones mayores.

Con el solo Metro de Bogotá, que tiene proyectado producir 12 millones de toneladas de escombros, la troncal de Transmilenio por la Carrera Séptima que aportará otro millón de toneladas de RCD y otras obras como la Avenida Alsacia, la Tabor en Suba, las nuevas Troncales de Transmilenio por la Avenida 68 y la Avenida Ciudad de Cali, la ciudad va al despeñadero; no habrá donde disponer estos residuos. Vamos directo a otra emergencia ambiental y sanitaria.

Aquí el mayor problema es que no hay una política pública que impulse una economía circular, especialmente en sectores críticos como el de la construcción. Esta teoría propone pasar a un modelo de recoger y tirar basura, a uno donde se diseñe y se consuma mejor; se produzca con menos y se reduzca, reúse y recicle.

Una solución sería implementar puntos limpios donde los recicladores puedan llevar este material de residuos de construcción para ser transados en el mercado y comprados. Varios de estos puntos podrían ser puestos en el occidente y norte de la ciudad. Las únicas escombreras están en el Sur de Bogotá. Así mismo, se requiere de mayor pedagogía y control de la disposición de los recursos para acabar con estos puntos críticos.

El Distrito también debería, ante la magnitud de obras a ser contratadas, impulsar una política que obligue a que todas las obras públicas usen hasta un 40% de material de construcción reciclado en los próximos años. Eso sí crearía un nuevo mercado y generaría un circulo virtuoso de valoración y aprovechamiento de residuos. De esta manera se atacaría el problema y se disminuiría la contaminación en las localidades.

Comenzar a preparar la ciudad para manejar estos escombros de las demoliciones, no da un minuto más. Se requieren decisiones arriesgadas y de liderazgo por parte del Distrito Capital.

La reflexión ahora es:  o nos dejamos inundar por los escombros o tomamos la delantera y nos convertimos en una ciudad que impulsa una economía circular, donde las obras de infraestructura se convierten en detonantes de desarrollo ambiental, social y económico. Bogotá debe manejar sus escombros de una forma responsable y pasar la página de carretilleros y volqueteros que botan estos elementos en la primera parte que encuentran.

Diego Molano

Concejal de Bogotá

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