El mayor riesgo que tienen los árboles de nuestra ciudad es Peñalosa

Bajo una visión paisajista y completamente reduccionista de la naturaleza, la administración distrital busca hacer una “renovación de árboles” en algunos sectores de la ciudad obedeciendo a un capricho particular, donde se prioriza la introducción en el espacio público de muy pocas especies como el liquidámbar (especie foránea) y el roble (especie nativa).

Así se demostró este 19 de septiembre de 2018, en el debate de control político sobre arbolado urbano liderado por el Cabildante Celio Nieves Herrera, en la Comisión Primera Permanente del Plan de Ordenamiento Territorial de Concejo de Bogotá

Las cada vez más numerosas manifestaciones por parte de las comunidades en contra de la tala de árboles, dan cuenta tanto de falencias en los conceptos técnicos como en los mecanismos de socialización de las intervenciones, desconociendo el derecho constitucional a la participación y al goce de un ambiente sano. Preocupa que se ignore el sentido de pertenencia de los bogotanos con sus árboles y que se omita el conocimiento que las comunidades han adquirido al estudiar rigurosamente su entorno.

En múltiples ocasiones y durante el debate se ilustraron algunos ejemplos de las talas sistemáticas que se han hecho con autorización de la Secretaría Distrital de Ambiente en diversos sectores de la ciudad, que obedecen al desarrollo de obras civiles como ciclorutas, calles y avenidas, además de la eliminación por concepto de renovación paisajística de árboles en andenes y parques, así como la construcción de canchas sintéticas.

Otro aspecto que mencionó Nieves Herrera, está relacionado con la diferencia que existe entre el costo de plantar ($192.554) y el de talar ($ 605.250) un árbol. Es claro que es más barato sembrar que talar, pero se debe tener en cuenta que cuando se tala además se están perdiendo todos los recursos que se han invertido en garantizar la vida de ese individuo. Allí se incluyen los costos de manejo adaptativo cuando los árboles están jóvenes, y los manejos silviculturales (podas, fertilización, etc.) y manejo integral fitosanitario cuando son adultos. Con la injustificada tala de árboles también se pierde el tiempo que se demoraron en crecer (20 años en promedio para un individuo maduro) y los servicios ecosistémicos que brindan a los ciudadanos con un costo ambiental muy alto.

Los árboles urbanos son sinónimo de vida, purifican y retienen partículas contaminantes del aire, reducen la temperatura y generan microclimas, son hábitats de aves, mamíferos y artrópodos, promueven el desarrollo de actividad física y lúdica reduciendo el estrés, reducen el riesgo por inundaciones y aumentan el valor de los inmuebles, entre otros beneficios. Recordamos que este debate aún no se ha culminado, y que duplicaremos esfuerzos para proteger a la ciudad de un alcalde depredador del ambiente.

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