Y causa también un sentimiento de impotencia porque mientras existan miles de personas que compran esos productos cárnicos ningún operativo solucionará el problema.
Lo demuestra el cierre que las autoridades sanitarias de la ciudad aplicaron en septiembre pasado a cuatro negocios que manipulaban inadecuadamente carne y otros productos. Mi unidad de apoyo normativo acompañó ese operativo.
Durante los últimos dos años hemos insistido en la gravedad del problema y la situación sigue sin modificaciones. El olor nauseabundo y ácido de la carne descompuesta se tomó las calles del barrio Guadalupe.
En los negocios sellados en septiembre se manipulaba la carne a la intemperie, sobre el espacio público, sin respetar la cadena de frio y exponiendo los productos a todo tipo de contaminación, con el agravante de que se comercializa al público en esas condiciones deplorables.
En un solo operativo de madrugada, cuatro frigoríficos fueron sellados porque, además, estaban haciendo vertimientos contaminantes a la red de alcantarillado. Los funcionarios que participaron en el operativo comprobaron que realizaban los procesos de desposte de productos y su lavado sin contar con trampas de grasa.
Eso implicaba que vertían residuos sólidos, agua sangre, pelos y vísceras directamente a la red y de ahí al río Tunjuelo.
Resulta vital que estos operativos sean sistemáticos, porque una vez los funcionarios abandonan el lugar, el negocio informal de comercialización de carne a la intemperie en Guadalupe vuelve a los andenes, como lo hemos podido comprobar con mi unidad normativa en visitas al sector.
Es necesario llamar la atención de que en Guadalupe hay un problema estructural que se ha extendido a todo el barrio, y que un operativo no acabará con el negocio de manipular carne sobre los andenes. No importa que se decomise la carne en mal estado como ocurrió en el operativo en el que se levantaron de la zona cinco toneladas en mal estado.
Los olores nauseabundos que desprenden los productos en proceso de descomposición son permanentes y atraen a los perros callejeros que deambulan por los andenes, mientras la carne se exhibe sobre bancas y canecas muchas veces puestas a ras del piso.
La venta informal de carne en Guadalupe es un problema estructural que involucra familias que de generación en generación han heredado el negocio, cuya falta de higiene se ha mantenido porque los operativos sanitarios de las autoridades son esporádicos y muy espaciados en el tiempo, y ellos lo saben. No hay continuidad y por lo tanto, tampoco efectividad.
Lucía Bastidas
Concejal de Bogotá