En lo que va corrido de este año 58 mujeres han sido asesinadas en Bogotá, y la mayoría de los victimarios están libres. Y según el Instituto de Medicina Legal, más de 1.600 mujeres enfrentan riesgo inminente de muerte porque ya denunciaron amenazas y atropellos por parte de sus parejas. Y la justicia, en la mayoría de los casos, no los ha requerido.
Por fortuna el Tribunal Superior de Bogotá dio un paso para que los feminicidas no sean beneficiados con la impunidad, al mandar a la cárcel a Yerson Nova, un hombre de 31 años que el 23 de noviembre del 2014 intentó matar de dos puñaladas a su expareja, Kelly Méndez, porque ella se negó a continuar una relación sentimental con él.
Además de los daños físicos por las dos puñaladas y del impacto sicológico de haberse sentido atacada por quien era su pareja sentimental y decía que la amaba, Kelly Méndez, de 26 años, tuvo que vivir varios meses de incertidumbre porque una fiscal decidió quitarle al acusado el agravante de intento de feminicidio, con lo cual le dieron la detención domiciliaria.
El pasado 20 de agosto, durante la audiencia en el Tribunal Superior de Bogotá, sentí alivio al saber que este feminicida irá a la cárcel y que el tribunal corrigió el error de la fiscal de dejarlo libre, después de haber actuado con premeditación para quitarle la vida a Kelly. Como concejal de Bogotá he seguido este caso, al igual que otros feminicidios, y en la historia de Kelly, que salvó su vida de milagro, todas las evidencias que se llevaron al proceso muestran que hubo premeditación e intención de quitarle la vida por no querer seguir en una relación sentimental que se había convertido en un infierno.
Kelly había terminado su relación con Yerson en agosto del 2014, cuando advirtió los signos de violencia de su parte. Él sin embargo siguió insistiendo en que volvieran. El 23 de noviembre del 2014 esta joven mujer cometió el error en el que incurren muchas mujeres antes de perder la vida en manos de su pareja o expareja: aceptó que él la llevara a su casa pasadas las 9 de la noche. Fue entonces cuando Yerson, que llevaba un cuchillo casero consigo, la apuñaló cuando ella insistió en que no quería volver a tener una relación sentimental con él. Sin duda la había citado a ese encuentro con la intención de matarla, como se desprende del hecho de que ante su decisión de no aceptar su requerimiento, él la recriminó y le dijo “si usted no es para mí, no es para nadie”. En medio de su agonía Kelly logró que él la llevara al hospital, y durante los días en que estuvo luchando por su vida, con un pronóstico de muerte porque los médicos no creían que se pudiera salvar, su atacante estuvo junto a su lecho. Había dicho que la habían atracado y que él la había auxiliado.
Solo cuando ella despertó y le contó a su hermano que él había sido el atacante, la Fiscalía lo llevó ante los jueces. Pero entonces sucedió lo impensable, que la fiscal del caso consideró que no había sido un intento de feminicidio y pidió la prisión domiciliaria. Como lo escuchamos en la audiencia del pasado 20 de agosto, cuando se confirmó una sentencia de ocho años de cárcel contra este hombre, los feminicidas deben estar en la cárcel, porque son un peligro para la sociedad.
Por desgracia, las penas de prisión no son suficientes para desactivar un problema que está afectando gravemente a las mujeres y les está costando la vida. Como dijo Kelly al salir de la audiencia: “él parecía una persona normal”, pero el día del ataque había llevado un cuchillo de cocina con el que finalmente la atacó.
Es necesario que las comisarías de familia de la ciudad, a donde llegan en primera instancia las mujeres en peligro, refuercen sus acciones de prevención y de acompañamiento a las mujeres, para que la violencia cotidiana no se escale y termine en feminicidio.
Lucía Bastidas Ubaté
Concejal de Bogotá