No es una exageración decir que al sistema le han caído encima todos los males: inseguridad, fallas en el servicio, insuficiencia de buses e infraestructura, pérdidas millonarias por fenómenos como los colados, y el peor de todos, un aumento dramático de la desconfianza de los usuarios, que en el pasado lo consideraban un motivo de orgullo.
Unas pocas cifras bastan para mostrar la radiografía del desastre que enfrenta: el 89 por ciento de la gente considera el sistema inseguro, al año se pierden 45.000 millones de pesos por los 67.000 colados que a diario dejan de pagar los pasajes, y la más grave de todas: los usuarios se están gastando en promedio una hora y 57 minutos para movilizarse.
Situaciòn que hoy hace inviable el sisitema.
Una pérdida enorme, sin duda, porque uno de los mayores activos de los buses rojos para los usuarios era el ahorro de tiempo en sus desplazamientos, gracias al uso de carriles exclusivos, a la existencia de estaciones y portales y a la suficiencia de buses.
Hoy, esos ahorros se han perdido por las largas esperas para tomar los buses y los trancones de articulados en las estaciones, que están saturadas y se quedaron pequeñas para acoger simultáneamente a varios articulados.
Pero no es gratuito ni producto del azar que TransMilenio enfrente hoy el peor momento de su historia. Los males que lo han llevado al grado de deterioro que enfrenta son producto del descuido sistemático al que lo han sometido la administración de la ciudad en los últimos diez años.
No solo se frenó la construcción de nuevas troncales y la ampliación de las estaciones para garantizar la atención a la creciente demanda de pasajeros, sino que se entronizó la falta de control y hoy tenemos un sistema abarrotado de vendedores ambulantes, mendigos, cantantes y junto a ellos atracadores y bandas que atacan con armas a los pasajeros en medio de la más absoluta impotencia.
Y en medio de este caos, resalta el abuso permanente al que son sometidas las mujeres, sin que las medidas que se han tomado, como los vagones exclusivos en las horas valle (apenas un plan piloto) o el escuadrón de mujeres policía contra el acoso, hayan mostrado efectividad. Muchas campañas de autobombo no han generado más que desgaste, mientras que las acciones efectivas para salvar el sistema brillan por su ausencia.
La lista de males
Cada semana, TransMilenio está asumiendo el pago de 12.000 millones de pesos del hueco que está dejando la falta de pasajeros en el Sistema Integrado de Transporte (SITP).
Según el programa ‘Bogotá, cómo vamos’, el 85 por ciento de la gente está insatisfecha con el servicio de TransMilenio (el 39 por ciento de las personas en Bogotá utiliza este servicio). El 71 por ciento de las personas considera que el servicio empeoró en el último año.
El Centro de Estudios y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana (Ceacsc) registró 7.670 casos de hurto a personas entre el 1 de enero y el 9 de abril, un 9,6 por ciento que los casos reportados en el mismo periodo del 2014.
Las denuncias por hurto a personas en buses, estaciones y portales de TransMilenio pasaron de 92 casos en el 2010 a 978 en el 2014: se multiplicaron 11 veces en cuatro años. Cada vez son más frecuentes los casos de atraco. Las denuncias pasaron de siete casos en el 2010 a 78 en el 20145. Igual pasó con las denuncias de acoso sexual que subieron de un caso en el 2011 a 160 el año pasado.
Un hecho verdaderamente dramático es la impotencia a la que se enfrentan los usuarios. La mayor parte de las agresiones ocurren dentro de los buses. En el 2013 fueron 237 casos y el año pasado 208. Dentro de los articulados se presentaron tres veces más casos que en las estaciones, sin que esta última sea menos grave. Lo que ocurre es que dentro del bus, la gente no tiene a quién pedir ayuda y menos tiene la opción de correr o escapar a la agresión.
Los ciudadanos que se sienten inseguros en el sistema pasaron de 63 por ciento en el 2012 a 66 por ciento en el 2013 y a 89 por ciento en el 2014. Lo grave es que el 74 por ciento de la gente que dijo que fue víctima de un delito no lo denuncio, entre otras razones porque el 27 por ciento de la gente considera que el trámite demora mucho tiempo, el 25 por ciento porque desconfía de la autoridad y el 21 por ciento piensa que es un trámite complicado.
El 85 por ciento de las mujeres que usan TransMilenio han sido víctimas de algún delito, en el 60 por ciento de los casos por agresiones sexuales, especialmente en la hora pico. Hoy, el 85,4 por ciento de la gente identifica el manoseo como un delito. Lo mismo pasa con los actos exhibicionistas: el 74,9 por ciento de las personas lo ve como un delito.
Un dato revelador de la situación que enfrentan las mujeres lo dio la Fundación Thomson Reuters al indagar sobre la percepción acerca de la inseguridad en transporte público: el lugar donde las mujeres se sienten más inseguras, entre 16 ciudades, es Bogotá.
La invasión del espacio en estaciones y portales está fuera de control. La Policía tiene 541 registros de amonestaciones a vendedores y cantantes, pero no tiene cifras confiables.
Las quejas por ventas y cantantes dentro de los buses pasaron de 20 a 256 entre el 2010 y el 2014. En los portales pasaron de 54 a 610, y en las estaciones de 65 a 925. Las cifras muestran que las campañas para que la gente no de dinero o compre dentro del sistema no han funcionado, como lo demuestra el aumento de las quejas.
El agobio del sistema TransMilenio y de sus pasajeros no da más espera. La ciudad reclama soluciones urgentes y efectivas. Anuncios sin acciones reales no hacen más que dilatar el sistema, y generan la impresión de falta de interés de la administración de la Bogotá Humana por rescatar un servicio que es de todos los bogotanos.
