Lo cierto es que la comida callejera se está convirtiendo en un vehículo de transmisión de todo tipo de gérmenes y en una fuente de enfermedades para las personas que se arriesgan a comer en esos puestos de venta. Sin ir más lejos, recientemente la alcaldía local de Tunjuelito, en operativos de control decomisó más de 79 kilos de alimentos en mal estado.
Entre lo incautado había jamón, pollo, carne y otros embutidos en mal estado. Todos esos alimentos requieren refrigeración permanente, pero los ciudadanos los vemos expuestos a la intemperie, al sol, en todas las calles de la ciudad donde se ubican los transeúntes. En el caso de los decomisos de Tunjuelito, los vendedores de esos puestos, en dos barrios del sur, no cumplían con las normas mínimas de higiene, refrigeración y tratamiento, convirtiéndose en un problema de salud pública según el informe oficial. Pero no solo son estos barrios, Bogotá está invadida de norte a sur y de occidente a oriente de esta problemática, basta solo con mirar: Chapinero, Restrepo, 20 de Julio, Bosa, el centro de la ciudad, Fontibón y Kennedy entre otras; convirtiéndose en una pandemia.
A eso se suma el estado de desaseo de los recipientes, planchas y estufas que utilizan los vendedores para preparar los alimentos, como pizzas, hamburguesas y arepas. Un asunto grave es la reutilización permanente de aceite quemado que es altamente nocivo para la salud. El caso de Tunjuelito es solo un ejemplo del problema sanitario que enfrenta la ciudad, y del cual no tenemos una información confiable. En la ciudad proliferan las ventas de ensaladas de frutas con cremas y lácteos que deberían estar refrigerados y permanecen durante horas expuestos al sol.
Solo hay que darse un paseo por el centro, por los entornos universitarios, por los centros de alta concentración de población flotante para identificar el problema.
Como concejal de la ciudad considero urgente que las autoridades de salud de la ciudad asuman este problema con la seriedad que requieren para que los operativos de control no sean esporádicos sino sistemáticos y que se establezca un control de vigilancia confiable y permanente para que las ventas callejeras, ya que se permiten de manera ilegal, por lo menos se hagan en condiciones sanitarias que garanticen la buena calidad de los productos que venden.