Son preocupantes todos los embarazos que ocurran antes de los 18 años, porque a esa edad las mujeres no han terminado su educación y no están preparadas para adquirir una independencia económica y construir un futuro sólido que les garantice el goce efectivo de sus derechos.
Pero es particularmente preocupante, cuando los embarazos ocurren entre los 10 y los 14 años, pues a esa edad, ni siquiera se ha terminado la formación primaria básica y las mujeres ni siquiera se han terminado de formar. Y mucho menos están preparadas para asumir la responsabilidad de criar un hijo.
Es cierto que en las cifras generales la tendencia al embarazo ha bajado, pero, la realidad de los barrios populares de Bogotá no ha cambiado. Es un hecho real que en localidades como Ciudad Bolívar, Bosa, Suba y San Cristóbal, 1 de cada 5 mujeres entre 15 y 19 años ha estado o está embarazada.
En las embarazadas por primera vez, San Cristóbal, Usme y Suba presentan porcentajes entre el 5,7 y el 6,1 por ciento, frente al promedio de la ciudad que está en el 3,2 por ciento.
El Dane, en uno de los estudios más detallados que ha hecho sobre el tema, advierte un aumento del inicio de las relaciones sexuales a edades tempranas entre adolescentes, lo que implica un mayor riesgo de embarazo.
El 55 por ciento de las adolescentes que han sido madres no tienen ningún nivel de educación y en el 46 por ciento apenas tienen la primaria. La mayoría ha tenido su primera relación antes de los 15 años de edad.
El problema sigue siendo grave, porque al menos el 21 por ciento de las adolescentes que no tienen una unión permanente con su pareja, pero son sexualmente activas, no utilizan métodos anticonceptivos y están mayormente expuestas al embarazo.
¿Por qué es importante que Bogotá emprenda una cruzada contra el embarazo adolescente, especialmente en las localidades más pobres?
Porque entre el 20 y el 45 por ciento de las adolescentes que abandonan la educación lo hacen por el embarazo. Tanto hombres como mujeres, aunque mayoritariamente las mujeres, tienen que asumir la responsabilidad de una paternidad o maternidad temprana, que los condena a la pobreza.
Es un hecho que un embarazo temprano, en medio de la pobreza, dificulta sino no elimina, las oportunidades económicas y de desarrollo personal. Los hogares que se forman, si es que llegan a consolidarse porque en la ciudad proliferan las madres cabeza de hogar, no tienen autonomía ni independencia económica.
La obligación de vincularse de manera temprana al mercado laboral no les deja a las mujeres más alternativas que asumir trabajos mal remunerados y poco calificados. No es raro que proliferen las jovencitas dedicadas al servicio doméstico o a las ventas callejeras porque no están preparadas para asumir trabajos de mayor calidad.
Como concejal de la ciudad, considero que es urgente que las secretarías de Salud, de Integración Social y de la mujer, de manera coordinada e integral y no aislada, pongan en marcha una política de prevención que de verdad ataque el fenómeno.
Es conocido que el embarazo adolescente está relacionado con el abuso, la violación, la explotación sexual, la falta de educación que lleva a relaciones sexuales tempranas sin preparación para ello, y claro, está inmerso en el círculo vicioso de la marginalidad y la pobreza. En muchos casos que conoce nuestra unidad de apoyo normativo se identificaron hechos donde muchas niñas y niños se vinculan a la distribución de drogas e ingresas a bandas de atracadores, la comisión de delitos y sicariato.