Todos los hombres y las mujeres de la ciudad queremos seguridad en el transporte público, en la calle. Por eso me opuse, me opongo y me seguiré oponiendo a esta medida, porque el acoso contra las mujeres existe incluso si van sentadas, y no solo en el transporte: en las oficinas, en los baños públicos, en las oficinas, en los centros comerciales, en su propia casa.
El estar sentadas no acaba con el acoso, se sabe de hechos irracionales, inhumanos, inconcebibles, inimaginables, en los que la forma de abuso, estando la mujer sentada, es más brutal que ir de pie, pues queda totalmente indefensa.
Tenemos que entender la dimensión del problema. Hoy recuerdo un editorial de mayo pasado del diario El Espectador, que hablando de este tema de las sillas preferentes señalaba que el Concejo deja en evidencia el machismo, la ignorancia y la incapacidad para responder a temas complejos de desigualdad de género. Por eso me opuse desde el primer debate a esta medida.
No porque no reconozca que no hay acoso sexual, sino porque aquí el problema de fondo es un machismo cultural, radical y estructural que es el que nos está haciendo tanto daño.
Además de que la medida es impracticable, y lo digo con conocimiento de causa porque uso todos los días el sistema y hay que vivir en cualquier estación la situación que se enfrenta a las 7:30 de la mañana, una verdadera guerra por el ingreso entre hombres y mujeres para subir a los buses. Acceder al sistema se vuelve todos los días un problema de convivencia.
Personalmente me he reunido con muchos colectivos de género y no comparten la propuesta de las sillas preferentes y el denominador común es que no quieren medidas segregacionistas, lo que piden es calidad y seguridad en el servicio.
No nos echemos mentiras, hay mujeres que sentadas en buses desocupadas han sido víctimas de abuso y han percibido esas conductas en el transporte público.
Los estudios han demostrado que en América Latina y el Caribe los sistemas de transporte han sido diseñados sin tener en cuenta las necesidades y perspectivas de las mujeres y eso es alarmante. Ahí es donde podemos ver una desigualdad de género.
Las experiencias internacionales como el caso de la India, de México, e incluso de nuestra propia Bogotá que ensayó vagones exclusivos y policías encubiertas han demostrado su fracaso. No existe comprobación a nivel mundial y mucho menos a nivel nacional que este tipo de acciones hayan dado resultados positivos.
Invito a que promovamos medidas como disminuir la tramitología para que las mujeres puedan denunciar, a que mejoremos la infraestructura de protección en el espacio público, a que tengamos protocolos ágiles de actuaciones frente al tema del acoso.
Y quiero advertir que en la ciudad no tenemos una campaña contra el machismo, sacar boletines como hace la Secretaría de la Mujer no es el camino.
El tema no es menor, no es personal, mi defensa de las mujeres la doy en todos los escenarios, por la igualdad y por la equidad, no queremos más, no queremos menos, queremos que no nos sigan matando, que nos respeten, que nos escuchen, y no medidas segregacionistas.
No a los vagones, no a las sillas de colores. Defensa de la equidad de género sí, con medidas segregacionistas, NO.
Lucía Bastidas Ubaté
Concejal de Bogotá