Nuestra lucha por un Capítulo Étnico en el Plan de Desarrollo del Distrito Capital

Artículo 66: Un paso en el avance progresivo de la materialización de los derechos de la diversidad étnica en Bogotá, la paz y la reconciliación. Dificultades, reflexiones y retos

Ati quigua en el Recinto del Concejo

Frente a una pandemia que tomo por sorpresa el mundo se frenó la posibilidad de desarrollar a cabalidad los mandatos de participación y concertación propias que debería haber surtido el Plan Distrital de Desarrollo. Esto fue aún más diciente teniendo en cuenta que para los grupos étnicamente diferenciados el derecho a la participación tiene un alcance mucho mayor por su vínculo inescindible con su supervivencia física y cultural.

Fueron meses difíciles con profundas complejidades de todo orden. En términos metodológicos y de capacidad instalada de la institucionalidad, un nuevo gobierno se enfrentó a un proceso absolutamente novedoso en la Ciudad y, la verdad sea dicha, en el país. Los precedentes en la construcción de Planes Nacionales de Desarrollo y ejercicios previos de construcción conjunta en el marco de los Planes Integrales de Acciones Afirmativas sirvieron, más el desafío fue innovador y esto se reflejó en dificultades internas de la Administración en el inicio del proceso.

Debemos reconocer que frente a cada desafío el espíritu de construcción ayudo de manera que el resultado de este proceso sean 783 acuerdos que desarrollan el enfoque étnico en lugar de haberse dado una ruptura en el dialogo, situación límite que se presentó en varias ocasiones.

Aun así, vale la pena hacer un recuento de lo que el desarrollo del artículo 66 de Plan Distrital de Desarrollo implica para los pueblos étnicos del país más allá de lo acordado en particular.

En este proceso, se consolida, de facto, una posición que estaba en disputa de tiempo atrás y es la necesidad de consultar o no los planes de desarrollo de las entidades territoriales. El ejercicio demuestra que al abrir el ejercicio del derecho a la consulta, en este caso concertación, se enriquece la mirada institucional y los aportes que desde las comunidades se pueden realizar. Este proceso desarrolla el ejercicio al derecho fundamental a la consulta previa dando un paso para su plena implementación en el país. Puede ser un pequeño paso más definitivamente es un paso en la dirección correcta.

Algunas posiciones, más políticas que jurídicas, sostienen que hablar de consulta previa implica incluir el veto de las comunidades ante las normas que los afecten. Por eso prefieren desarrollar el ejercicio como una concertación, pretendiendo con ello quitar jerarquía a los acuerdos que se logren. Una posición más apegada a la lectura de la normatividad y jurisprudencia colombiana nos conduce que el derecho fundamental a la consulta previa, libre e informada, se desarrolla a través del mecanismo de la concertación. No es dable confundir el derecho con el mecanismo para ejercerlo.

Esta posición ampliamente sustentada a lo largo del proceso por las comunidades y los entes de control, evidencian que el ejercicio de la consulta debe materializarse en los entes territoriales. Así había sido recomendado desde febrero por la Procuraduría General de la Nación y la Defensoría del Pueblo. El proceso llevado a cabo en la capital del país permite a las comunidades étnicamente diferenciadas demostrar que es posible avanzar en estos ejercicios que conducen a la superación de elementos de discriminación estructural presentes en nuestra sociedad.

Este proceso desarrollado en la Capital tiene la vocación de multiplicarse en los territorios donde hay presencia de nuestros pueblos. La garantía de la inclusión verdadera y el cumplimiento de los mandatos constitucionales encontraron un ejemplo más a sumar a las luchas de los mayores, sin las cuales este paso no hubiese sido posible.

De otra manera se hace evidente un fenómeno social que desde siempre ha sido identificado por amplios sectores de la comunidad como mecanismo de exigibilidad de los derechos: la dignidad. El ejercicio de dialogo entre las comunidades étnicamente diferenciadas frente a la Administración parte del respeto, de la posibilidad de construir en la diferencia, pero siempre desde una posición de dignidad, del cabal reconocimiento de quien se es y porque se lucha, de haber caminado la palabra por mucho tiempo en el ejercicio de su carácter de Gobiernos Propios.

Este ejercicio crea sin duda una capacidad que permite prever que cada día las comunidades construirán su propio destino, de acuerdo con sus propias visiones y saberes, reivindicando su cosmovisión y espiritualidad. Este ejercicio lejos de crear conflictos facilita la búsqueda creativa de soluciones entre las partes que se sientan como iguales.

Un elemento esencial es el alcance de los acuerdos. La concertación y construcción colectiva ha permitido debatir elementos centrales de los instrumentos de planeación de la Administración dando vocación de largo plazo a los mecanismos utilizado, consolidando así un derecho para nuestros pueblos. Independientemente del acuerdo en sí mismo, se dio un importante paso para crear una arquitectura institucional que avance en la superación de la invisibilización estadística y que ha forzado a la Administración a reconocer realidades que son evidentes en Bogotá. La inclusión de metas e indicadores permite avanzar en herramientas para hacer seguimiento al cumplimiento y por lo tanto cualificar los ejercicios de exigibilidad que desde las comunidades se desarrollen.

La venidera construcción y concertación de las políticas públicas para pueblos y comunidades indígenas, negras, afrocolombianas, raizales, palenqueras y rrom será el próximo escenario que buscara ampliar el desarrollo de las apuestas propias, más allá de la oferta institucional, de manera que se puedan profundizar los ejercicios de gobernabilidad propios y de fortalecimiento. Ciertamente será una gran oportunidad para poner en práctica los aprendizajes logrados.

Sin lugar a dudas muchas fueron las fallas y las deudas que quedan. Todo proceso nuevo implica incertidumbres y errores en su construcción que sin lugar a duda se afinaran con el tiempo. Otros escenarios se darán para poder sistematizar  esta experiencia y hacer el respectivo balance de cada uno de los detalles y los pasos por seguir. Por ahora es menester no olvidar que más que acuerdos logrados en Bogotá estamos frente a un proceso que puede abrir puertas en muchos rincones de esta Casa Grande que es Colombia.

Cuatro mujeres en la plza de Bolivar

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