¡Reforma estructural a la Policía YA!

El día de ayer, 9 de septiembre, la ciudadanía bogotana salió a manifestar su indignación por un caso más de abuso policial dentro de una larga fila que se acumula en los anaqueles de la impunidad. Es la explosión del pueblo contra un cuerpo de policía que lo reprime injustificadamente y que muchas veces lo extorsiona para poder realizar el sustento diario. En este caso, el detonante fue el asesinato del abogado Javier Ordoñez a manos de uniformados de la Policía Nacional que lo torturaron con un arma eléctrica hasta llevarlo a la muerte. Si bien los hechos son materia de investigación por parte de las autoridades pertinentes, las evidencias fílmicas, ampliamente conocidas por la ciudadanía, son contundentes.

La población hastiada del actuar de una institución que, en vez de cumplir su deber misional de proteger los derechos de la ciudadanía, los viola sistemáticamente, salió a demostrar su descontento ante la gota que rebasó el vaso, lo que demuestra que, contrario a lo que sostiene el Ministro de Defensa, la policía no es una institución “querida por los ciudadanos” sino que le asiste una profunda ilegitimidad por cuenta de sus acciones.

Estas actuaciones obedecen al ADN de lo que las élites han hecho con dicha institución, de ser un cuerpo civil armado en procura de la seguridad y la convivencia ciudadana, la policía fue adecuada como un cuerpo político de represión, militarizado, dependiente de la política de defensa del Estado y permeado por la doctrina del enemigo interno importada desde los EE.UU. Es en virtud de esta concepción belicista y contrainsurgente que sus miembros son entrenados y educados para ubicar al pueblo colombiano como el enemigo frente al que hay que demostrar una superioridad que no deje posibilidad alguna a la desobediencia y al que hay que aplastar en caso de que ejerza su derecho a la movilización, en la medida en que este ejercicio es entendido como un connato de rebelión popular, principal preocupación de la institución desde hace décadas. Es de ahí que proviene el sistemático abuso de poder.

Por eso es que hechos como los de anoche, en los que, en medio de la indignación y la movilización social, la Policía responde con un despliegue de violencia que deja 7 civiles muertos y 248 heridos ( 58 de estos con arma de fuego) o el asesinato de Javier Ordoñez que motivó la protesta, no son hechos aislados, no es el actuar de algunas “manzanas podridas” sino un reflejo de ese ADN guerrerista que hay que eliminar por completo en una reforma estructural a la Policía, si de lo que se trata es de construir una sociedad en paz y reconciliada.

Así pues, con el dolor que nos asiste debido a las muertes causadas, en vez de soluciones que pretenden establecer una “forma correcta de protestar” o las órdenes de aumento del pie de fuerza y la militarización de la ciudad, hacemos un llamado a la solución de fondo del problema. Si la intención es que cese la protesta hay que solucionar sus causas, en este caso, impulsar desde todas las instancias una reforma estructural de la Policía Nacional, para lo cual aportamos algunos elementos:

1. Implementación completa del punto 2 del acuerdo de paz para que lo que ocurrió anoche nunca se repita.
2. Que la Policía, en tanto cuerpo civil armado destinado a la garantía de la seguridad ciudadana, esté adscrita al Ministerio del Interior y no al Ministerio de Defensa.
3. Exclusión de la Policía del fuero penal militar y que sea la justicia ordinaria la que la pueda juzgar.
4. Abolición de la doctrina de seguridad nacional y del enemigo interno fortaleciendo la formación en derechos humanos y garantizando el acceso a educación superior para la fuerza pública.
5. Desmonte del ESMAD y del uso de las armas de letalidad reducida para el manejo de la protesta social, fortaleciendo la capacitación y la labor civil de la policía.
6. Establecer un efectivo mecanismo de participación y veeduría ciudadana sobre el actuar de la Policía a todos los niveles, con medidas celeras y efectivas frente a las denuncias que se interpongan.
7. Diseñar un mecanismo de selección y reclutamiento en el que las evaluaciones psicológicas y la búsqueda de antecedentes nutran la institución de personas que tengan la empatía y el servicio (no la agresividad o la imposición) como eje central de la carrera.

Firma Heidy

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