Gritos y protestas se escuchan con frecuencia en este centro de reclusión en los amaneceres bogotanos. La razón, según los familiares de las internas, son las continúas sacadas de las reclusas de sus celdas en las madrugadas para permanecer varias horas paradas en el patio, bajo el intenso frío. Las guardianas acuden a este procedimiento para realizar lo que se denomina en la cárcel ‘batidas o raqueteadas’ en busca de armas y drogas. O para castigarlas por desórdenes ocurridos durante el día.
Mi unidad normativa estuvo el fin de semana, durante el día de las visitas de los niños y niñas a sus familiares detenidas, y habló con las familias que reclaman un mejor trato para las internas, como dijo doña Carmen, la madre de una de las reclusas: “es verdad que cometió un error, pero lo está pagando y merece un trato humano”.
Y es que hoy, más que nunca, ha crecido tanto el hacinamiento que prácticamente en cada celda de 2x3 se pueden ver tres, cuatro y hasta cinco mujeres compartiendo ese espacio. Muchas duermen en colchonetas en el piso y lo que más las afecta no es lo duro del suelo sino la humedad que impacta su salud.
Según las denuncias que recibimos de los familiares la falta de agua es frecuente, durante el día y la noche, y se nota especialmente en los baños que no se pueden utilizar por su mal estado. Además tienen los techos y los sanitarios rotos, en pésimas condiciones, como lo denuncia Paulina, familiar de otra detenida.
Esta cárcel, construida en 1952, tiene nueve patios y en todos ellos las instalaciones amenazan ruina, deterioro y grietas que muestran el paso de 63 años, como un establecimiento viejo e inadecuado.
Como concejal de Bogotá y ante las continuas quejas de madres de las reclusas considero que es urgente que la Defensoría del Pueblo haga una visita para que verifique las condiciones a las que están sometidas las reclusas del Buen Pastor, que a todas luces constituyen trato inhumano y violación permanente de sus derechos fundamentales.
Estas mujeres que a pesar de haber cometido un delito deben ser tratadas como personas y tener la posibilidad de una rehabilitación en condiciones dignas que hoy no tienen.
Lucía Bastidas Ubaté
Concejal de Bogotá