En el sitio donde los guerrilleros los fusilaron sobre el asfalto, además de Diego y doña Inés, su mama, quedaron los cuerpos del arquitecto Jaime Peña; del conductor del vehículo Rafael Ocasiones y los escoltas Edwin Angarita, de la policía; Hamil Bejarano, del DAS, y Dagoberto Samboní.
La ceguera del fundamentalismo no les permitió ver a los asesinos al hombre tranquilo que se sentía capaz de resolver los problemas conversando porque era un hombre de paz. El día de su crimen lo intentó. Cuando su comitiva fue bloqueada por los guerrilleros, se bajó del carro con el convencimiento de que siendo el presidente de la comisión de Paz de la Cámara de Representantes escucharían sus palabras.
Se equivocó. Él, su madre y los demás acompañantes fueron miserablemente acribillados.
Su recuerdo está hoy más vivo que nunca, tras dos años de estar inmersos en la implementación del acuerdo de paz con la guerrilla que les negó el derecho a la vida de una manera infame y despiadada.
Durante los diálogos de La Habana, Iván Márquez, uno de los jefes de las Farc, reconoció que se habían equivocado y le prometió esclarecimiento y verdad a Constanza, hija y hermana adolorida de este genocidio familiar porque hay que recordar en este día que su hermano Rodrigo también fue asesinado por esta guerrilla cuando estaba secuestrado. Seguimos esperando, lucharemos porque haya verdad y reparación. No basta con saber quién apretó el gatillo.
Diego tenía 31 años, cuando lo mataron. Apoyaba una solución política al conflicto armado en Colombia. A eso dedicó su corta carrera política, a buscar la paz por la vía de la negociación. Pero las balas ahogaron las palabras. En medio de los disparos de los fusiles, los asesinos no escucharon.
Ahora que se escribe un nuevo capítulo en la historia del conflicto del país no debemos permitir que ningún factor distractor nos desvíe de la búsqueda de la verdad de crímenes como el de Diego y su familia. Es lo único que traerá reparación y algo de sosiego para el corazón de las familias que han tenido que vivir en la orfandad que ese dolor les causó.
Diego, sabemos que nada te devolverá a la vida, y nada borrará la crueldad extrema en medio de la cual te asesinaron, pero la reparación es un acto de dignidad que no nos cansaremos de reclamar.
Seguimos esperando que castiguen a los autores intelectuales, y esperamos que hoy, en medio de la implementación de los acuerdos de paz, no sean cubiertos con el manto de la impunidad.
Concejal de Bogotá