Transmilenio requiere acciones urgentes para recuperar su credibilidad

El sistema TransMilenio, que diez años atrás fue el orgullo de Bogotá, al punto de que países de todo el mundo copiaron el modelo para mejorar el transporte urbano de pasajeros no puede aguantar más impopularidad en Bogotá.

La más reciente encuesta de la Cámara de Comercio reveló que al preguntarles si consideraban que TransMilenio era seguro, el 89 por ciento de las personas dijo sin dudarlo que no. El año pasado el porcentaje estaba en 76 por ciento, lo que indica que en un año la percepción de inseguridad creció 13 puntos.

 

Y esa percepción no es gratuita: la proliferación de vendedores, cantantes, indigentes y delincuentes dentro de los portales, estaciones y buses es tan apabullante, que ninguna troncal se escapa de la invasión. La más crítica es la Caracas, pero el fenómeno se ha extendido a las demás troncales: Suba, Américas, Calle 80, NQS, Jiménez y hasta la Décima y la Calle 26, que son las más nuevas.

 

Lo grave es que todas estas conductas están prohibidas en el manual del usuario que claramente dice que están prohibidas las ventas ambulantes, cualquier actividad que altere la tranquilidad de los pasajeros como cantar y bailar y hasta cargar paquetes grandes que incomoden a los demás pasajeros, además hoy es fácil encontrarse dentro del sistema con perros, gatos y hasta aves.

 

Es más, el manual también contempla las medidas para sancionar estas conductas, como la amonestación pública o privada, la retención preventiva, el decomiso, el arresto y las multas. Pero no hay quien haga cumplir las normas, y menos sancionarlas. Los auxiliares de Policía es poco lo que pueden hacer ante el nivel de agresión de quienes invaden el sistema. Por eso no es raro verlos indiferentes junto a los vendedores mientras anuncian sus productos dentro de las estaciones o suben a los buses a realizar su venta.

 

Y claro, no es fácil para los patrulleros enfrentar a los vendedores, envalentonados porque muchos pasajeros les dan limosnas a quienes suben a pedir o les compran sus productos a quienes suben a vender. Y en medio de ese desorden, los delincuentes se suben con el mayor descaro a atracar a las personas puñal en mano.

 

A esta falta de control y nivel de agresión que se ha apoderado del sistema, se suma el rezago al que las administraciones de los últimos diez años sometieron a TransMilenio, que colapsó por la falta de nuevas troncales y porque las estaciones se quedaron cortas para la demanda de pasajeros que pasó de 350.000 diarias en el año 2000 a 2’300.000 actualmente.

 

Y esa saturación ha degenerado en constantes protestas ciudadanas por la falta de buses y demora en las frecuencias de los servicios, que los vándalos han canalizado y aprovechado para dañar estaciones y buses. Solo en arreglar las puertas de las estaciones, que hoy en día permanecen dañadas, TransMilenio se gastó en el 2014 más de seis mil millones de pesos.

 

Urge una acción inmediata e integral, que combine cultura ciudadana con sanciones a los malos comportamientos de los usuarios, pero sobre todo, que se cumplan rápidamente las promesas de ampliar las estaciones y reactivar la construcción de las troncales programadas hace 15 años y rezagadas por falta de decisión política.

 

 

 

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