Urge un salvavidas sin carga tributaria para el comercio en la pandemia

La crisis originada por el COVID -19 ha impactado con fuerza la economía y rezagado la productividad. Las decisiones de cuarentena nacional y el aislamiento obligatorio, sumado a las determinaciones sobre el Estado de emergencia económica, social y ecológica, generaron casi que por completo, el cese de la mayoría de sectores y una reactivación para otros que se ha venido dando con evidentes limitaciones; por lo cual, el ingreso de los bogotanos, sin duda, disminuyó significativamente afectando la capacidad de pago tributario al que hoy no se deberían enfrentar

Dentro del Plan de Desarrollo, el artículo 46, plantea parte de la estrategia financiera para los próximos cuatro años enmarcada en las modificaciones por la pandemia y que presenta una serie de acciones en materia tributaria, más orientadas a evitar la evasión que a reconocer el impacto que sobre el comercio ha tenido la pandemia. En Bogotá, por ejemplo, alrededor del 32% de las empresas ha tenido que cerrar definitivamente, aproximadamente un 60% disminuyó la planta de personal, mientras que cerca de un 38% dice que se mantiene igual. Restaurantes, peluquerías, pequeños comercios, locales, emprendimientos, entre otros, que fueron los primeros en cerrar y seguramente serán los últimos en poder reabrir, no han encontrado tampoco un apoyo real de los bancos que les imponen medidas rígidas e intereses que no estaban previstos a asumir;  o que no logran por sus condiciones, acceder a los beneficios contemplados, en tanto que llevan más de dos meses sosteniendo lo insostenible.

La Administración no puede mantenerse ajena a esta situación, pretendiendo que tengan capacidad de pago cuando hay falta de recursos por un asunto que sale de sus manos y que no puede traducirse en un aplazamiento de la deuda, disfrazado de beneficio, porque la verdad es que no hay de donde siquiera pagar esas cuotas. Por el contrario, esta realidad económica y social es la que debe fundamentar un ajuste razonable de todos los tributos distritales, una modificación de los plazos, pero adicionalmente una reducción sustancial de las cargas actuales hasta tanto la reactivación general del comercio y servicios llegue a niveles de normalidad, lo cual es claro, no se dará en el corto o mediano plazo como plantean las proyecciones del Distrito.

Pregunto, ¿cómo va a cobrarse el impuesto de ICA sobre aquellos comercios que hoy aún, permanecen cerrados puesto que no hacen parte de las actividades esenciales determinadas por el gobierno; que se han visto obligados a una pausa de sus actividades, llevando a una disminución de ingresos superiores a cerca del 50 por ciento? o, ¿exigir predial cuando no tienen de dónde generar esos ingresos que les permitan el pago? Personas que sin trabajo o dinero y con ausencia de ayudas, actualmente están ad portas de perder incluso su vivienda por cuenta del cese de sus labores, que antes les permitían como en el caso de la clase media, pagar una cuota de sus viviendas o en otros casos u otros estratos, pagar la mensualidad de un arriendo.

El artículo 6 del Decreto Nacional 678 del 20 de mayo del año 2020, señala las facultades otorgadas a gobernadores y alcaldes para diferir el pago de obligaciones tributarias, durante el término de la emergencia y que no se reflejan cabalmente en el Plan, y en el marco de esas atribuciones, es urgente implementar estrategias que se adapten a la situación, sin forzar a los ciudadanos a adaptarse a los requerimientos tributarios del Plan de gobierno, casi como responsables de asumir los efectos económicos de la pandemia. Hay que facilitar los auxilios necesarios, teniendo en cuenta que la cultura de buen pago principalmente proviene de este tipo de empresas, que hasta la emergencia no habían tenido que recurrir a solicitar subsidios o apoyos, porque de su propia cuenta subsistían y generaban además empleo y que aún ahora, continúan luchando con el pago de sus nóminas.

Es importante obrar en sintonía con las necesidades de los comerciantes y empresarios; un mayor esfuerzo por gestiones que permitan apoyar el aparato productivo de la ciudad para que pueda superar esta coyuntura y prepararse con mejores recursos para la reactivación. Recuperar la normalidad productiva con controles de aforos y protocolos también ha representado una inversión de su parte; aun sabiendo que la afluencia de público requerida para equilibrar nuevamente sus ingresos tomará tiempo y necesitará de una gradualidad que está en manos de la Administración, que ahora debe darles la mano, lanzar ese salvavidas porque nunca le han fallado a la ciudad. Le llegó la hora a Bogotá de apostar por el tejido económico del comercio.

Lucía Bastidas

Concejal de Bogotá

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