Sin salud, ni cotización para una pensión y mucho menos salario fijo, el 2.1 % de la población capitalina se dedica a las ventas informales en el espacio público, un evidente fenómeno que incrementa cada vez más por el lento desarrollo económico y social de la ciudad. De acuerdo con el DANE la tasa de desempleo a junio de este año se ubicó en 9.1 %, mientras que en el mismo mes del 2017 fue de 8,7 %.
Según la Personería de Bogotá en un informe presentando en debate de control político en el Cabildo Distrital, se estima que las personas dedicadas a las ventas informales pueden llegar a 176.000, pero según cifras del Instituto para la Economía Social –IPES-, actualmente, los incluidos en el Registro Individual de Vendedores –RIVI-, los no incluidos y otros grupos poblacionales son 123.725; un evidente panorama de que no existe una cifra real de cuántas personas en la ciudad se dedican a esta modalidad de subempleo.
Lo más preocupante es que la oferta institucional para dar solución a esta problemática solo llega una mínima parte de la población, de los 81.597 vendedores informales registrados en el –IPES-, el 94, 4 % (76.238) nunca han recibido un servicio por parte de la entidad y aunque hay que reconocer que la gestión del Instituto ha sido significativa en la implementación de programas, vinculación laboral, reubicación, modalidades de crédito entre otros, mitigar este fenómeno le queda imposible. Esto no es cuestión sólo del Distrito, se necesita una articulación entre la nación, lo local, empresarios y ciudadanos que se benefician de la informalidad, para atacar de raíz esta situación.
Cesar Rodríguez director del centro de estudios jurídicos y sociales -Dejusticia-, expresó en una columna de opinión publicada por Semana.com en el año 2004 " el debate sobre los vendedores ambulantes está basado en mitos y no en cifras sólidas. Para solucionar el problema, hay que comenzar por hacer las cuentas y deshacer los cuentos sobre los ambulantes". Hoy después de 14 años seguimos en el mismo dilema, ya que la acción del Distrito para mitigar esta problemática no ha generado el impacto esperado, se requiere combatir las causas estructurales.
Es urgente conocer la situación real de las personas que se dedican a la informalidad: no hay claridad del grupo poblacional, adultos mayores, madres o padres cabeza de familia, nivel de estudios, entre otros. Además, identificar y judicializar las mafias que arriendan el espacio público y explotan a los vendedores informales.
Es necesario desarrollar acciones de caracterización y reubicación para que la oferta sea efectiva, porque no es lo mismo que se abra una convocatoria de empleo para bachilleres, cuando muchos vendedores informales no saben leer ni escribir, y hay otros que no les interesa ubicarse en el empleo formal. Por tal razón, la oferta institucional debe consultar las necesidades y aspiraciones de esta población.
Esto no es solo problema de la ocupación del espacio público, es la concentración de la economía desaprovechada, si la ciudad lograra incluir la informalidad en el cauce de la sociedad y liberar el potencial de riqueza que ella encierra, podríamos reducir en décadas el tiempo necesario para la erradicación de las desigualdades.
Nelson Cubides Salazar
Concejal de Bogotá
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