Estigmatizar las obras con supuestos daños a los humedales, le sale caro a Bogotá

Lo ocurrido en el humedal Juan Amarillo evidencia que esta Administración ha decidido darle la espalda a las realidades que están ocurriendo en la ciudad, permitir que durante nueve meses se haya instalado un campamento con total libertad en su interior, muestra que las decisiones a favor de la ciudad se toman haciendo cálculos de conveniencia en vez de pensar en el desarrollo ambiental, social y económico que se necesita.

La intervención en los humedales no es capricho, se requiere identificar las dinámicas que se han generado; en el caso del Juan Amarillo existen diez caminos informales que han perjudicado la seguridad y sostenibilidad de este lugar, por eso el proyecto conexión tiene como única finalidad permitir que los ciudadanos que buscan llegar al barrio Cortijo tenga una opción sin dañar el ecosistema o el entorno natural.

La polémica se agudizó por que la Secretaria Distrital de Ambiente y la alcaldesa han decidido excusarse, pero acaso no es mejor construir sobre lo construido ya que esta obra cuenta con un protocolo para el manejo de fauna silvestre, plantea sembrar 250 árboles con el fin de prevenir impactos negativos Los senderos diseñados corresponden a un Sistema Urbano de Drenaje Sostenible SUDS y el proyecto tiene una inversión de más de $50.000 millones y ejecución del 78%. El gobierno distrital tiene la tarea de avanzar con la recuperación de los humedales y no convertirse en el problema para otras entidades distritales como la Empresa Acueducto de Alcantarillado de Bogotá (EAAB), pues la SDA ha querido retardar los avances de las obras diciendo que no cumplen con el permiso de ocupación de cauce. Las verdades a medias perjudican a la ciudad.

La defensa ambientalista es legitima siempre y cuando se base en la verdad y sin necesidad de realizar actos violentos; los temas ambientales resuenan y con justa causa y nadie se va a oponer a tomar acciones para reducir los efectos del cambio climático; sin embargo, no se puede gobernar de espaldas a la ciudad, desconociendo lo que se necesita para el desarrollo de los alrededores y para proteger esos entornos. Luchar contra las acciones populares que han buscado frenar obras como la avenida Alsacia-Guayacanes por la supuesta existencia del humedal Madre de Agua que también ha imposibilitado que el plan parcial Bavaria tenga luz verde.

Otro caso de las defensas ambientalistas sin fundamento es lo ocurrido con el lote el Burrrito que ha quedado confirmado, que no es un humedal, pero la medida preventiva del 2012, emitida por la administración de ese momento que no se basó en estudios técnicos creó una falsa idea en la comunidad. El juez en segunda instancia aseguró que Marval tiene licencia de urbanismo y no se está violando ningún derecho porque el Burrito no es un humedal.

El llamado sigue siendo a construir sobre lo construido, estigmatizar las obras de la anterior administración para excusarse le ha salido muy caro a la actual Alcaldía y a los ciudadanos. Es momento de evitar los cálculos electorales y pensar en Bogotá.

Pie de página Lucía Bastidas

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