No cesa el impacto que ha generado la pandemia en la salud mental de los ciudadanos del mundo. Depresión, incertidumbre, ansiedad, han sido solo algunos de los trastornos que se han agudizado con el aislamiento y el virus del Covid-19 que persiste y que por estas fechas suele afectar más a quienes los padecen y surgir en quienes no habían mostrado síntomas.
La salud física y mental están estrechamente relacionadas, lamentablemente, la falta de atención real para las personas que tienen alguna afección mental es frecuente y viene cargada de un estigma cercano a la discriminación; generando barreras para el acceso a servicios en etapas tempranas o de manera preventiva, profundizando los síntomas.
En Colombia, todavía no se ha establecido un método de medición robusto para conocer cuál es el grado de discriminación para estas personas, aunque la comunidad científica ha pedido a nivel mundial que se desarrollen instrumentos que permitan identificar y eliminar esos obstáculos en el sistema de salud principalmente y concientizar a la sociedad.
En Colombia por el momento, se conocen estereotipos, prejuicios y discriminación hacia ciertos grupos poblacionales, personas con patologías infecciosas y población con trastorno mental. En el entorno laboral, se señalan riesgos psicosociales por actividades monótonas, acoso o estrés laboral, que se relacionan con la ansiedad y la depresión como la tercera causal de morbilidad en población trabajadora. En el entorno educativo, se destaca la deserción escolar como uno de los principales factores de riesgo, seguido del bullying; en el hogar, se desatan trastornos mentales como resultado de las vulneraciones sociales y económicas; la violencia intrafamiliar o de pareja y los débiles vínculos familiares.
En el caso de Bogotá, según cifras disponibles del Sistema de Vigilancia Epidemiológica de la Conducta Suicida - SISVECOS y del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, la ocurrencia de suicidios y los eventos relacionados han tenido tendencia creciente en los últimos años, llama la atención el aumento desde abril de 2020, luego de que se decretara la primera cuarentena obligatoria en Bogotá, el 25 de marzo de 2020.
Entre las problemáticas de salud mental de mayor relevancia se encuentra el suicidio consumado, que para 2020 tuvo 317 víctimas (82 mujeres y 235 hombres), la mayoría se dieron en personas con edades entre 18 y 59 años; preocupa que pase del 11,6% al 18,6% la ocurrencia en personas de la tercera edad. Por otro lado, las hospitalizaciones por enfermedades mentales en Bogotá han crecido a tal punto que su última medición incluso previa a la actual pandemia, fue de 20.452 personas prevaleciendo en los jóvenes y adultos mayores. Para este año, la oferta de camas de salud mental en la capital fue solo de 6.047, un número muy por debajo de las necesidades del servicio, dadas las circunstancias de la emergencia sanitaria.
Los profesionales de la salud, tan golpeados en la pandemia, aseguraron que presentaron diferentes afecciones en su salud mental: nerviosismo (56%), cansancio sin motivo (54%), impaciencia (38%), rabia (28%) y desesperanza (23%), y en relación a esta estadística no se generó intervención alguna, siendo los profesionales de la salud los directamente implicados en la atención de pacientes con enfermedades de salud mental, esto nos lleva a considerar la necesidad urgente de abordar la problemática desde la capacitación.
Las recomendaciones emitidas por la Secretaría Distrital de Salud ponen en evidencia la negligencia de atención y supervisión a las estrategias implementadas por los organismos encargados del desarrollo de los programas de salud mental encaminados a promocionar la articulación e interoperabilidad por parte de los diferentes actores y mejorar las campañas comunicativas que abarquen cada vez un mayor número de población y den continuidad a la atención de la salud mental de la población. Queda claro que la salud mental no se encuentra realmente priorizada en las políticas públicas y no se generan programas efectivos que la aborden desde una etapa preventiva, que es la más importante, hasta la etapa de rehabilitación y reintegración social.
Concejal de Bogotá