Precarias condiciones de mujeres cuidadoras de personas con discapacidad
Martes 4 de mayo de 2021
El trabajo doméstico y de cuidados del hogar en Colombia equivale al 20% del Producto Interno Bruto (PIB), es decir 186 mil millones de pesos. De ese porcentaje, las mujeres representan el 77% de su producción (tres cuartas partes). Mientras las mujeres ocupadas en el mercado laboral realizan un promedio de 5 horas 20 minutos de trabajo no remunerado a diario, los hombres tienen un promedio diario de 2 horas.
Debido a estereotipos y roles de género que han prevalecido históricamente, las principales encargadas de realizar gran parte de los cuidados han sido las mujeres, sin recibir remuneración económica. Esto tiene repercusiones negativas cuando quien provee los cuidados no puede llevar a cabo otras actividades de desarrollo personal como estudiar, trabajar o recrearse. La educación es un pilar fundamental para mejorar las condiciones de vida, así que interrumpir la formación afectará la capacidad productiva y por ende la posibilidad de generar mejores ingresos. Se convierte en un círculo vicioso para la pobreza.
Ciertas actividades de cuidado pueden ser "tercerizadas", es decir, delegadas por los hogares por medio de la adquisición de servicios para el cuidado de sus integrantes, pero la tercerización depende en gran medida de la capacidad económica del hogar y siempre va a afectar en mayor medida a las mujeres cuidadoras que viven en condición de pobreza.
TRABAJO DE CUIDADO EN LOS HOGARES DEL PAÍS
En Colombia existen 8.6 millones de personas cuidadoras con dedicación exclusiva, que tienen comprometido su tiempo y menos posibilidades de participación en otras esferas de la vida. Tres cuartas partes del trabajo no remunerado de cuidados (76.2%) son llevadas a cabo por mujeres. Para reconocer la desigualdad se puede hacer énfasis en lo educativo y lo laboral para hombres y mujeres que ejercen labores de cuidado.
Desigualdad educativa
En el grupo de personas de 10 a 29 años (...) que se encuentran más que otros grupos de la población en proceso de acumulación de capacidades educativas, 71.9% ya ha dejado de asistir a centros educativos o concluido su educación. En el grupo de 10 a 24 años, el de mayor participación esperada en la educación 46.1% de los hombres y 65.8% de las mujeres ya no estudian, sino que se dedica a las actividades de cuidados, trabajo u otras. Entre las mujeres el abandono escolar ocurre a edades más tempranas, su asistencia a centros educativos pasa de 96.1% en el grupo de 10 a 14 años, a 44.1% en el de 15 a 19 años y 12.6% en el grupo de 20 a 24 años[1].
Desigualdad en la participación laboral
La participación laboral permite no sólo contar con ingresos sino, de acuerdo a si la inserción al mercado es formal o informal, acceder a prestaciones como servicios médicos y en el futuro a jubilaciones o pensiones, entre otras. La mitad de los cuidadores en el país trabajan de forma remunerada (51.6%), con una gran brecha de género: 75.4% hombres y 40.2% mujeres.
Entre la población de ciertos grupos de edad, además de los patrones de inserción laboral, los cuidados pueden intervenir con la inserción educativa. Entre las personas cuidadoras de 15 a 29 años, 41.3% no estudia ni trabaja, con grandes diferencias de género: mientras más de la mitad de las mujeres (52.5%) no estudia ni trabaja, 10.4% de los hombres está en esta situación. Es decir, una proporción de mujeres 5 veces más con relación a los hombres se dedica de forma exclusiva a los cuidados, sin oportunidades para realizar otras actividades de estudio o de trabajo remunerado.
CUIDADO DE PERSONAS MAYORES, ENFERMAS O CON DISCAPACIDAD
En Colombia 1.8 millones de personas (4.1% del total) tiene alguna limitación permanente que le impide realizar sus actividades por sí misma. El 80.8% de ellas recibe cuidados SÓLO de mujeres, 13.2% de hombres y 5.9% tanto de hombres como de mujeres.
Para el año 2050 se espera que la distribución del total de cuidados cambie, con lo que el cuidado de menores de 15 años pasará de 41% a 28%, mientras que el cuidado de adultos mayores crecerá considerablemente de 11% a 27%, igualándose así las necesidades de los más pequeños y las de los personas mayores. Las necesidades del grupo de referencia disminuirán ligeramente al pasar de 48% a 45%, como reflejo de la reducción del grupo de población de 15 a 64 como porcentaje total de la población de Colombia. Esto, a su vez, generará una mayor carga de cuidados para quienes pertenecen a este grupo que concentra a quienes proveen casi la totalidad de cuidados a la población.
Un estudio que evaluó a 2.557 cuidadores de personas con discapacidad en las distintas localidades en Bogotá arrojó que el 48% había alcanzado la primaria completa, siendo el factor económico la principal razón para no continuar con sus estudios (85%).
Las actividades más rezagadas por el hecho de ser cuidador fueron el trabajo remunerado, estudio y actividades de ocio, respuestas que fueron recurrentes (85%)[2]. La mayoría no recibe compensación económica por su labor (92%), a pesar de ser su principal ocupación. Sólo un reducido porcentaje trabaja (9%) y la mayoría lo hace en el sector informal (94%).
Gran parte de los cuidadores manifestó tener problemas de salud que considera asociados al ejercicio de su labor (77%). Reportan condiciones de estrés, cefalea, lumbalgias y alteraciones del sueño, así como manifestaciones de ansiedad (80%) y depresión (82%). El 86% de los cuidadores dedica más de 12 horas diarias a ese rol y para el 94% es su labor habitual todo el año. La mitad de los participantes llevaba 10 o más años en esta labor.
En conclusión, las mujeres realizan más de tres cuartas partes (más del 75%) del trabajo no remunerado. Esto afecta su potencial de generar ingresos, acceder a la protección y seguridad social y posibilidades de sobrellevar o superar la pobreza.
No acceder al sistema educativo, o no culminarlo, puede tener relación con el hecho de no tener oportunidades laborales favorables. Si bien ya existen brechas en lo educativo entre hombres y mujeres cuidadores, estas aumentan aún más cuando de lo laboral se trata[3].
Son complejas y precarias las condiciones de cuidadores de personas con discapacidad debido a: a. Deficientes condiciones de salud; b. Niveles educativos más bajos; c. Menor vinculación a actividades económicas y menores ingresos; d. Los hogares con algún integrante con discapacidad tienden a ser más pobres que aquellos donde no lo hay; e. La discapacidad genera costos adicionales para el hogar por las necesidades de salud, transporte y cuidado; y f. Las barreras dificultan una participación activa en la sociedad.
RECOMENDACIONES
El 6.6% de las personas cuidadoras en el país reportó estar enfermo. En ese caso aumentan las necesidades de cuidados en el hogar, pero no se tiene la posibilidad de sustituirlas si el Estado no las provee, el mercado no las oferta o no se cuenta con los medios económicos para satisfacerlas. El Estado debe proveer servicios gratuitos para sectores de mayor desventaja económica, con el fin de reducir el trabajo doméstico no remunerado.
Se necesita mayor formación y cualificación en el rol del cuidado de personas con discapacidad en actividades cotidianas que faciliten esta labor. Los cuidadores han demostrado interés por vincularse en procesos formativos y por aprender algún oficio que les permita generar recursos adicionales para el sostenimiento del hogar.
Tanto personas con discapacidad como sus cuidadores requieren articularse a redes sociales e institucionales de apoyo, para el intercambio de información y asesoría en temas de interés común. El Distrito debe caracterizar y detectar dificultades en estas familias y sobre todo informar acerca de servicios disponibles, garantizando su vinculación.