El tiempo me dió la razón y las alertas que la Procuraduría hizo el pasado 7 de junio son la clara evidencia de que esta administración fue buena para prometer, culpar a otros y hablar del medio ambiente, pero nefasto para gobernar, hoy la solución después de tres años y medio de alertas ha sido grabar videos pintando andenes y colocando materas, mientras las soluciones de fondo a esto las tendrá que asumir el nuevo gobierno porque el legado que Claudia López le dejara a Bogotá es el de las calles llenas de basuras, donde no existió la cultura ciudadana, pero si los hurtos y asesinatos en las calles. Convirtiendo a Bogotá en una ciudad de ventanas rotas.
En campaña prometía que iba a convertir la ciudad pionera en reciclaje, que iba a dejar de enterrar sus residuos, que clausuraría el Relleno Sanitario Doña Juana y en su lugar implementaría un parque de innovación donde se iba a construir una planta de termovalorización para dar un aprovechamiento de residuos orgánico. Estas promesas las selló con el beso de Mockus en la frente mientras ella tocaba el piano, supuestamente volveríamos a tener la cultura ciudadana como uno de los ejes para materializar todo esto.
La realidad es que se volvió un basurero, encontramos en cada esquina basuras, escombros, vectores, malos olores, así como el espacio público ocupado indebidamente para realizar procesos de reciclaje a cielo abierto y las promesas incumplidas que como en otros temas caracterizaron a este gobierno.
Según cifras de la UAESP -que a veces el director de la entidad desconoce o niega-, Bogotá tiene más de 700 puntos críticos que nos cuestan unos 17 mil millones de pesos al año, así como más de 40 puntos identificados por mi equipo y en trabajo con las comunidades de vectores que ponen en riesgo la salud pública de los bogotanos.
La pasividad del gobierno “cuidador” con aquellos que destruyen las cestas, contenedores y quienes arrojaban basuras y escombros al espacio público, nunca se vieron acciones contundentes que generaran conciencia, como sanciones a quienes cometieron esas faltas, convirtiéndose más en un gobierno alcahueta en su afán de quedar bien con todo el mundo.
Finalmente, las promesas del parque de innovación y la planta de termovalorización quedaron en la primera un problema para dentro de 6 años gracias a los errados cálculos que soportan la propuesta en el POT y la segunda con la excusa de que por la devaluación y costes de materiales para su construcción era inviable, cuando la realidad era que este proyecto como se estructuró no tenía futuro porque nunca respondieron las interrogantes que tenían los interesados mientras en redes se vendía el proyecto como algo nunca antes visto en la ciudad.
La crisis con las basuras en el espacio público la comencé a evidenciar desde 2020, así como los riesgos de lo que el POT plantea para el manejo de residuos y el seguimiento que le hice a la planta de termovalorización, todo esto mientras concejales de distintos partidos amigos de la alcaldesa se dedicaban a aplaudir y decir que la ciudad iba bien (ojalá los bogotanos sepan quienes son y los castiguen en estas elecciones) muchos de estos aliados con la administración para justificar la mediocridad de este gobierno culpando al anterior y no asumiendo responsabilidades.
