El regreso a clases presenciales comenzó esta semana, un proceso que no solo esperaban los más de 9.7 millones de niños y jóvenes que hacen parte del sistema educativo en Colombia sino sus familias para recobrar la educación digna para sus hijos y en muchos casos su salud mental luego de más de 22 meses de incertidumbre y aislamiento.
El llamado a retomar la presencialidad, lo ha hecho principalmente la OMS, invitando a los gobiernos a priorizar los esfuerzos para regresar a la educación presencial en las mejores condiciones posibles de seguridad en todas las escuelas; asegura que el impacto del cierre de las escuelas ha sido devastador a nivel mundial, afectando los aprendizajes, la protección y el bienestar de niños, niñas y adolescentes, con peores consecuencias para los más vulnerables.
La realidad es que durante los últimos 9 meses con el inicio de la alternancia, los colegios se han venido preparando para recibir a niños, niñas y jóvenes, con estrictos protocolos de bioseguridad y capacitándose para el cuidado y la educación con los cambios que trajo la pandemia. Además, la vacunación ya está en un proceso tan avanzado, que por lo menos un 70% de los menores en edad escolar ya cuentan con segunda dosis, los más pequeños por lo menos con una, y son más conscientes de lo que implica el autocuidado.
En Bogotá, son 400 los colegios públicos que abren sus puertas a la presencialidad, cerca de 1.200.000 menores que regresan a la presencialidad bajo la modalidad A, B, C (Autocuidado, Bioseguridad y Corresponsabilidad). Teniendo en cuenta que los retos que impuso la pandemia como el hecho de que el 2.5% de estudiantes de 753 hogares en la ciudad desertó de su formación académica en el último año, según un estudio de la Universidad de los Andes; o el de la Clínica Country que indica que el aislamiento ha tenido más efectos negativos en la salud y desarrollo de los niños, como la alteración en los hábitos de sueño y alimenticios, irritabilidad, depresión y ansiedad en los mayores de 5 años.
Por esa razón insisto en que resultan totalmente inválidos los reparos de FECODE que perjudican a niños y jóvenes que sufren depresión, ansiedad o violencia intrafamiliar, o que tienen alguna condición de discapacidad y que con el aislamiento han profundizado esas condiciones de riesgo. Aquellos estudiantes que de escasos recursos que viven en graves condiciones de vulnerabilidad y a los que la educación presencial les cubre no solo en su proceso educativo sino incluso en alimentación y nutrición, esos que por casi dos años no han tenido acceso a la conectividad, a un dispositivo o acompañamiento de parte de sus profesores, quedando rezagados en su proceso.
FECODE, es un sindicato llenó de contradicciones, una principalmente, alegar que no acuden a la presencialidad porque hay riesgo de contagio, sin embargo, esos mismos que alegan temerle a contagio, los vemos en reuniones políticas, eventos en redes con aglomeraciones y citando continuamente convocatorias de marchas y protestas sin que observemos cuidado alguno en las mismas. Los sindicatos no le pueden negar esa oportunidad a nuestros niños, hay que apelar a la coherencia en su discurso y si de cuidado se trata, en los colegios encuentran más garantías que en las calles generando caos.
Concejal de Bogotá