Comandante de la Policía de Bogotá reconoce en el Concejo que hay corrupción en la Policía por parte de algunos miembros de la institución

Los usuarios de TransMilenio están a merced de los delincuentes y de los habitantes de la calle. Lo reconoció el propio comandante de la Policía de Bogotá, general Humberto Guatibonza, durante un debate en el que prácticamente notificó al Concejo de la impotencia de la Policía para defender a los usuarios.

Es alarmante, decepcionante y preocupante. A las preguntas que le formulé sobre las acciones de la Policía frente a la proliferación de habitantes de calle en los buses articulados, su única respuesta es aceptar que este problema junto al de vendedores ambulantes, los colados, los robos y los abusos no se ha logrado combatir o erradicar y tienen desbordada a la Policía. No hay una estrategia consistente de seguridad y mucho menos jurídica que permita enfrentarlos.

Este problema le quedó grande a la Policía Metropolitana, pues como el mismo general reconoce no hay dientes jurídicos que permitan un castigo ejemplarizante a quienes perturban la tranquilidad de las personas y violan diariamente el buen desarrollo de TransMilenio.

El mismo comandante de la Policía de Bogotá sostiene que dispone aproximadamente de seis mil hombres por turno para vigilar la ciudad y combatir a casi 1.500 bandas de delincuentes que operan o se mueven por las calles. Es decir, en promedio, hoy en la capital hay un policía por cada 1.333 habitantes, lo que es un absurdo.

No hubo respuesta a mi pregunta sobre cómo hacer o que estrategia utilizar para combatir y evitar a los habitante de calle, que cada día son más en TransMilenio, con sus olores nauseabundos, que se cuelan, utilizan las sillas, se tiran al suelo e intimidan a los usuarios.

En un solo recorrido entre sur y norte se suben en promedio entre ocho y diez indigentes. Hay troncales como las de la avenida Caracas y la Carrera décima que se han vuelto insoportables para los pasajeros.  Y puntos como las estaciones de la calle 22 con Caracas, San Victorino, Marly y la Calle 57 que representan una constante zozobra para los pasajeros.  Y se a eso se le suman los vendedores, que según las propias palabras del general son intocables, porque no hay ningún procedimiento que permita combatirlos ni retirarlos de las estaciones y portales, y mucho menos decomisarles los productos.

Pero la falta de acciones contra la delincuencia no se limitan al transporte masivo. Es dramático saber que el sicariato en Bogotá en lugar de disminuir ha aumentado, según el propio general. Las cifras entregada por el oficial señalan que en lo que va de este año se han capturado 71 sicarios, pero sorprendentemente por los mismos meses, según la secretaría de Gobierno, ha disminuido el sicariato en Bogotá. Esa entidad sostiene que son 61. Esa incongruencia muestra la confusión y la falta de coordinación y trabajo conjunto entre la Policía y Secretaría de Gobierno, que debe tener en sus manos la gerencia de la seguridad de la ciudad.

Para alarma de la ciudadanía, el propio comandante revela que el aumento del sicariato está dado por las bandas del microtráfico en la ciudad y la lucha interior por el dominio territorial en los barrios y localidades de Bogotá.

Una de las preocupaciones que he tenido en mi trabajo como concejal y que he manifestado en los debates que he realizado sobre el cuidado de la ciudad tampoco tuvo respuesta positiva por parte del alto oficial: no hay como castigar o sancionar, por lo menos, a los vándalos  que rayan y dañan muros, edificios y los monumentos de la ciudad. Ni siquiera podemos esperar que sean conducidos a una estación o a una UPJ.

Otra de mis grandes preocupaciones que he venido sosteniendo desde mi curul como concejal es la reaparición nuevamente en la ciudad de las minitecas, por lo menos en doce de las 20 localidades pululan las fiestas sin ningún tipo de control, a escondidas y amparadas en la clandestinidad, para menores de edad. Con venta de licor. En este punto, me reconoce el general que existen este tipo de rumbas para menores de edad, en las que sin la colaboración de los mismos ciudadanos es imposible combatirlas.

La conclusión del comandante de la Policía, durante el debate es que la delincuencia no se puede combatir y que la Policía se desgasta porque los captura y a las pocas horas de haber sido entregado el ladrón a la justicia vuelve a la calle, a los mismos sitios a seguir delinquiendo, por falta de  una política jurídica que permita el castigo y la penalización de los delincuentes e infractores de la ley.

Y lo que es más grave, el general, muy a su pesar, reconoció que existen, infortunadamente, miembros de la Policía vinculados a bandas de delincuencia, y que muchos de ellos ya han sido capturados y judicializados y retirados del servicio activo de la Policía

 

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