Desquiciadas e incontrolables son las riñas que se viven en Bogotá: ninguna medida servirá si el ciudadano no desactiva su intolerancia

Desconsideración, falta de respeto por el otro e intolerancia

Desconsideración, falta de respeto por el otro e intolerancia. Ese es el cuadro dramático que reflejan las riñas que tuvo Bogotá durante el 2015: la línea de emergencias recibió 467.768 denuncias, entre el 1 de enero y el 31 de diciembre del 2015, de las cuales 13.442 terminaron en lesiones comunes. Y en el 2016 las riñas no han parado.

 

Lo grave del asunto es que no podemos minimizar el hecho de que se hayan registrado 13.442 personas lesionadas en esas riñas, que según el Centro de Estudios y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana (Ceacsc) sufrieron heridas por armas blancas, armas contundentes e incluso armas de fuego. Eso significa 36 o 37 casos diarios, solo de los casos que conoce la Policía.

 

Un viernes las riñas se multiplican por 5, al pasar de 53 que es el promedio diario por hora a 266, y un domingo a las tres de la madrugada la cifra puede ser diez veces mayor, pues sube a 563 casos.

En la ciudad se están generalizando los altercados, discusiones, insultos y peleas en el espacio público, en tiendas y tabernas, en el transporte urbano, en los edificios de propiedad horizontal y en las grandes aglomeraciones, y según el Ceacsc el principal detonante es el alcohol.

 

El ruido excesivo por música a alto volumen y obras en los edificios, las congestiones para subir a los buses, y hasta el llamado de atención de un ciudadano a otro por violar alguna norma de convivencia en la calle se volvieron motivos cotidianos de enfrentamientos entre las personas.

 

El problema es que atender estos asuntos de falta de tolerancia en la convivencia está distrayendo los esfuerzos de la Policía, que mientras atiende a ciudadanos intolerantes debe descuidar la vigilancia y el patrullaje contra los delincuentes.

 

En una noche debe asistir a 53 puntos diferentes de la ciudad, y si es un viernes o un domingo, a más de 500 para tratar de detener a los ciudadanos que se enfrentan a golpes o con puñales.

 

Lo que uno no concibe son las problemáticas que conllevan a las grandes agresividades: las goteras y el ruido: música a alto volumen, el reloj despertador, el llanto de los niños, el ladrido de los perros, el martilleo y los gritos por peleas de los vecinos. También generan problemas el excremento de las mascotas y dejarle la basura al vecino.

Las cifras demuestran que este tema no es solo un problema de Policía: los ciudadanos tenemos la mayor responsabilidad en ponerle freno a esta desquiciada forma de darle rienda a suelta a nuestras emociones y falta de control. Ninguna medida que se tome será efectiva mientras los ciudadanos no se detengan a pensar antes de actuar, y agredir.

 

Lucía Bastidas
Concejal de Bogotá

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