En este tercer período como Concejala de Bogotá, hemos decidido seguir impulsando causas no sólo iniciadas hace más de una década en el Distrito, sino que hacen parte esencial de nuestra identidad y nuestro origen. Causas que estamos complementando y enriqueciendo para dar un salto definitivo de calidad que supere nuestra generación, para dejar en manos de las futuras la construcción del diálogo intercultural del que emergerá, más temprano que tarde, la nación multiétnica y pluricultural que anhelamos.
En esa perspectiva, nuestros esfuerzos en el primer semestre del 2020 se han orientado a perfilar las bases de ese salto cualitativo, en los siguientes frentes:
-En principio, y por primera vez en la historia de Bogotá, hemos logrado un lugar específico en el Plan Distrital de Desarrollo para concertar el manejo integral de los programas y ejecuciones a favor de los grupos étnicos. Lugar que ha quedado registrado en el artículo 66 de Plan, cuya construcción colectiva se encuentra hoy en su última etapa. La justa importancia del proceso que se activa con el artículo 66 es de largo plazo, puesto que abre en el manejo de la ciudad una puerta para el posicionamiento de los grupos étnicos, que difícilmente se podrá cerrar a futuro. Sólo falta que los pueblos así lo entiendan, que defiendan ese legado, y que estén a la altura de esa nueva circunstancia.
-Recogiendo el legado que dejamos con el Acuerdo 347 del 2008 y el Decreto 485 de 2011, herramientas con las cuales se da forma a la primera política pública del agua en la ciudad, hoy avanzamos en la articulación del acceso al agua y a la ciudad como dos derechos inseparables y simultáneos, en el marco de un modelo de ordenamiento y gestión urbano-regional que hemos llamado Hidrópolis. Un concepto de nueva generación construido desde los micro-territorios, en los que proponemos formalizar hidro-entorno o hidro-barrios, base de un modelo de gobernanza que se encuentra registrado en un Proyecto de Acuerdo actualmente en curso.
-En materia de ecología y defensa de la naturaleza, avanzamos en la superación de la asignación de la categoría de ‘conservación’ a los ecosistemas y zonas de reserva ambiental, para emplazar esa defensa en una dimensión emergente: la naturaleza como sujeto de derechos. Una condición que ya se aplica en nueve ríos de Colombia, y que constituye un recurso no sólo para restauración de ecosistemas y descontaminación de los cuerpos de agua, sino para el empoderamiento de las cultura con las cuales se armonizan, configurando una auténtica unidad Biocultural. En ese marco, hemos formulado un Proyecto de Acuerdo por los Derechos de la Naturaleza en el Distrito Capital, también en curso en el Concejo.
Con esos propósitos, en este 12 de octubre resulta necesario y urgente confirmar en nuestras acciones presentes, el futuro que creemos merecer y que en nuestro caso pasa por superar cualquier narrativa o prejuicio histórico que quiera desvirtuar o limitar ese panorama.
Sea la oportunidad para hacer un llamado a nuestros compañeros y compañeras de ruta, a reconocer en el nivel de las habituales versiones y discursos interpretativos de la historia, la presencia de una carga significacional de la que se nutren los poderes de unos sobre otros. Las guerras más determinantes de la humanidad se han realizado, no en el campo de las detonaciones y las balas, sino de los supuestos epistémicos, más eficaces que una bomba atómica, porque matan en vida.
Es por eso que en el día de hoy el centro de nuestro llamado es: resignifiquemos la historia, resignifiquemos los supuestos inamovibles de nuestra relación con la naturaleza, con el agua, con los demás. Reconstruyamos el mundo, asumamos la guerra de los significados.
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