Los 380 kilómetros del río Bogotá y las 589.000 hectáreas que abarca su cuenca a lo largo de 47 municipios, constituyen hoy una problemática nacional acumulada desde la primera mitad del siglo XX, cuyas dimensiones socioeconómicas, impactos ambientales y numerosos actores privados y públicos que involucra, se encuentran hoy sobrediagnosticados. A pesar de lo cual estos factores no han podido converger en acciones integrales para recuperar un rio que agoniza, del cual depende el sistema hídrico y, por tanto, la preservación de la vida en la región.
En ese contexto, la iniciativa de la Concejala Ati Quigua de crear la Comisión Accidental de Ordenamiento y Gestión del Río Bogotá, en su primera etapa tuvo el propósito de establecer una caracterización y estado del arte de la problemática del rio Bogotá, para en una segunda etapa, por comenzar, abordar aspectos de orden propositivos. La Comisión se organizó en torno a cuatro (4) ejes temáticos asociados al río y sus afluentes, liderados por cada uno de los Concejales integrantes de la Comisión, distribuidos de la siguiente manera:
- H.C Ma. Victoria Vargas: Gestión del riesgo en la adaptación del cambio climático.
- H.C Carlos Fernando Galán: Procesos de vertimientos, contaminación y saneamiento y manejo de residuos.
- Ma. Fernanda Rojas y H.C Ati Quigua: Gestión social y comunitaria, y conflictos socioambientales asociados.
- H.C Celio Nieves y H.C Ati Quigua: Dinámicas de ordenamiento y ocupación, frente a la estructura ecológica regional.
Para la Comisión, los esfuerzos más importantes por incidir en el saneamiento y la descontaminación del rio han sido dos:
Por un lado, la Sentencia del Rio Bogotá emitida por el Consejo de Estado en 2014, encargada de dar forma al acumulado de acciones populares interpuestas a lo largo de 23 años, encaminadas a la descontaminación, recuperación y conservación del río Bogotá y sus afluentes. La Sentencia dio un plazo perentorio de tres años para ejecutar 87 órdenes, que involucran acciones del Distrito Capital, de 19 entidades de orden nacional, y de 45 de los municipios de Cundinamarca que conforman la cuenca.
Por otro lado, tenemos la formulación del Plan de Ordenación y Manejo de la Cuenca Hidrográfica (POMCA) del Río Bogotá, considerado como una herramienta de ordenamiento de superior jerarquía, a la cual deberían adaptarse las revisiones, actualizaciones y armonizaciones de los planes o esquemas de ordenamiento territorial municipales, así como de los planes de manejo ambiental de las microcuencas.
No obstante, el mayor obstáculo para la generación de acciones concertadas para la recuperación ambiental y socioeconómica del rio, no proviene de la ausencia herramientas técnicas sino de un pacto político, cuyas fuerzas e intereses han estado tradicionalmente fragmentados.
El espíritu infraestructural de la Región Metropolitana, por lo pronto ha puesto la estructura ecológica e hídrica regional como subordinada de la estructura funcional y de servicios. Espíritu que comparte el actual proyecto del POT Distrital y el Plan De Desarrollo Distrital 2020-2024, ‘Un Nuevo Contrato Social y Ambiental para la Bogotá del Siglo XXI’. Con lo cual se está desconociendo el factor que hoy resulta determinante para la viabilidad de las ciudades-región en el mundo: la sostenibilidad ambiental, en función de los sistemas hídricos.
En ese contexto, desde aquí hacemos un llamado para hacer de Bogotá y la región, una gran hidrópolis, cuya base conceptual se haya consignada en el Acuerdo Distrital 806, firmado por la Alcaldesa de la ciudad el 19 de febrero del año en curso. Modelo que recoge los avances que las grandes ciudades realizan hace décadas en torno a su armonización con los sistemas hídricos.
En el caso de la implementación de una Hidrópolis para la ciudad-región de Bogotá, la reconciliación de nuestra red de ciudades con el sistema hídrico reside en la recuperación de la memoria de la ingeniería hidráulica ancestral, que garantizó durante siglos el sabio manejo de los ciclos del agua en los asentamientos humanos. Técnicas que hoy son más vigentes que nunca, y que tenemos la fortuna de recuperar y actualizar para el manejo sostenible de nuestros entornos habitacionales.
La destrucción del río Bogotá y sus afluentes, de los ecosistemas de humedales y páramos, es la manifestación del fracaso de un modelo civilizatorio cimentado sobre la usurpación de los territorios, la violencia contra los pueblos y la marginación epistémica de los saberes ancestrales y tradicionales, por el predominio de un paradigma desarrollista en nombre del cual se ha justificado su deterioro a lo largo de las últimas décadas. Hoy en día el río Bogotá ha sido capturado por el manejo corporativo. En esta medida es necesario transitar de las alternativas tecnócratas en el manejo y la gestión hacia una gobernanza plural del río Bogotá, hacia otros paradigmas que sean inclusivos y que reconozcan la importancia de los saberes y prácticas culturales y tradicionales de nuestros pueblos y las comunidades en el cuidado de la naturaleza y de nuestros territorios.
Debemos consolidar el agua como protagonista histórico del ordenamiento y la gestión territorial de nuestra ciudad-región, tener mayor sensibilidad por los ciclos y procesos vitales de la naturaleza comprendiendo el estrecho vínculo entre nuestros cuerpos, territorios y derechos. Nuestro Río Bogotá requiere de nuestra conciencia, decisiones y acciones vitales; la Hidrópolis es un gran paso!
Conozca el informe de la Comisión Accidental de Ordenamiento y Gestión del Río Bogotá.
