El poeta Julio Flórez Roa dijo un día, a comienzos del siglo pasado: “todo llega tarde, hasta la muerte”. El parque del costado occidental de la carrera 7ª con calle 59, en Bogotá, lleva su nombre. Y su busto, en el costado norte del parque.
Considerado como un poeta maldito, Flórez en su paso por la vida hizo tantos amigos como enemigos. Así le ocurre hoy al parque que lleva su nombre en el corazón de la localidad de Chapinero. Tiene defensores y detractores. Se ha ido convirtiendo en un centro de encuentro de jóvenes drogadictos y alcohólicos, que deambulan por sus andenes y zonas verdes, bajo los efectos de las drogas y sustancias tóxicas que inhiben sus pensamientos y los conducen a realizar robos, crímenes, golpizas y enfrentamientos por la territorialidad e intolerancia total, caos y anarquía.