Me refiero a la persistencia de algunos enemigos del proyecto en seguir planteando la disyuntiva de si construimos metro elevado o subterráneo cuando ya hay una decisión técnica, legal, jurídica, administrativa, financiera y política de hacer la línea elevada.
Y también invito a que dejemos los adjetivos que descalifican a quienes respaldamos el proyecto, pues se nos tilda de irresponsables y mediocres a quienes queremos apoyar con libertad la construcción de la primera línea. Esos adjetivos descalifican a quienes pensamos distinto y no nos queda bien como concejales, debatamos, pero con argumentos.
Lo primero que quiero controvertir es el término de ‘metrico’ que se está utilizando para descalificar este proyecto de movilidad de 25 kilómetros.
Les recuerdo algunos datos internacionales para que no engañen a la ciudadanía y no descalifiquen las obras de la ciudad. En Santiago, la línea tres es de 22,17 km y la línea seis de 156,3 km. En Panamá la línea dos tiene 21 km y la uno 15,8 km. En ciudad de México, la última línea, que es elevada y la que más les gusta a los mexicanos, tiene 20,3 km. En Santo Domingo, la primera línea es de 14,5 km y la dos de 12,9.
Así que no engañemos a los ciudadanos. La realidad de quienes ya han construido sus metros es que las líneas tienen diferentes dimensiones, y no por eso las llaman métricos. Más bien, trabajemos con seriedad y empecemos a pensar cuáles serían las líneas, 2 3 y 4 del metro de Bogotá y si serían elevadas, subterráneas, mixtas o a nivel, y sobre todo, no le pongamos palos en la rueda a un proyecto que ya tiene todos los avales.
Nosotros los bogotanos, los que nacimos en esta ciudad, y los que viven aquí así hayan nacido en otras zonas, necesitamos seguir avanzando en la primera línea. Y todos los colombianos tienen que aportarle, así como hemos hecho con el metro de Medellín que se ha pagado con recursos de todos.
No sigamos descalificando un proyecto como ha venido haciendo el expresidente Ernesto Samper, a quien le duele en el alma todo lo que sea benéfico para Bogotá, y en especial el metro, solo por el hecho de que la decisión concreta de hacerlo la ha planteado el alcalde Enrique Peñalosa.
El expresidente Samper se opone también a TransMilenio por la 7ª cuando fue un presidente que no dejó recursos para la ciudad, firmó un acto en Monserrate que fue un canto a la bandera, sin rigor técnico, financiero, administrativo, jurídico, legal y político.
Lo que Samper está haciendo con la ciudad es vergonzoso. Un hombre que le debe tanto a la ciudad y al país denigrando de todo lo que se hace en Bogotá.
Es bueno dejar esto claro ante los ciudadanos y ante la historia. Y dar los pasos para seguir avanzando, y uno de ellos es aprobar el cupo de endeudamiento de la Empresa Metro por 10,8 billones de pesos, que no implica un aumento de la deuda de la ciudad. Es el 48,5 por ciento de lo que ya está respaldado por la Nación.
Esos recursos están en las vigencias futuras que aprobaron el Concejo y la Nación. Necesitamos aprobarlo porque ya organismos internacionales como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la CAF anunciaron su respaldo a la primera línea. Eso ayudará a que no nos atrasemos en las obras.
Pero una cosa es importante, señores funcionarios, debemos seguir trabajando con responsabilidad como se ha venido haciendo para que no tengamos descalabros como el deprimido de la 94 o como la fase tres de TransMilenio. Recordemos todo el impacto que ha sufrido la ciudad por la corrupción.
Es necesario tener previsión en estudios y diseños, hacer todas las preguntas y revisar y reformular todo lo que sea necesario. Hay que avanzar a paso firme y seguro, no rápido.
Lucía Bastidas
