"Santos II tiene como paradójico espejo el Santos I que ya conocimos.”

¿Qué de nuevo trae el segundo mandato del Presidente Juan Manuel Santos? Esa es la especulación de moda por estos días. Su discurso de posesión vino cargado de mensajes optimistas y de propósitos, de entrada, incuestionables.

Porque convocarnos a construir un país en paz, reducir desigualdades e inequidades y acoger la educación como nuestra prioridad en la agenda pública es una invitación difícil de rechazar. Pero gobernar es el arte de convertir los grandes propósitos en acciones en el territorio y para ello se requieren políticas públicas y equipo de gobierno. Y esos detalles, que son “el diablo” del asunto, están por verse. Y estas invitaciones al futuro del Santos II tiene como paradójico espejo el Santos I que ya conocimos.

Para su segundo tiempo Santos llega liberado política y electoralmente de Uribe. Podríamos decir que, contrario a su primer mandato, “arriba” a Palacio con capital político y derrotero propio. Y ello muestra una de sus principales destrezas y habilidades. Después de prontamente traicionar, por fortuna, a su mentor del 2010 y dar un giro de 180 grados de la “seguridad democrática” a las negociaciones de paz con las guerrillas, logró convertir su apretada y reñida segunda elección en un referéndum en favor de su política de paz. Tiene el Santos II un mandato claro para culminar el conflicto armado por la vía de una negociación y todas las cartas en sus propias manos para lograrlo. Y todo indica, por la decisión además de las FARC y el ELN y por el estado de las conversaciones que veremos, en este cuatrienio la luz al final del túnel de esta guerra inútil, costosa y dolorosa.

En esta segunda versión, el Presidente ha querido demarcar su propia agenda gubernativa. Anunció una reforma para restablecer los equilibrios en los poderes del Estado, eliminar la reelección inmediata y el voto preferente, ampliar el periodo presidencial y unificarlo con Alcaldes y Gobernadores. El consenso nacional sobre el papel de la educación como ascensor social por excelencia lo convierte en su otra prioridad. Reitera sus metas en materia de crecimiento económico y generación de empleo y continúa con la misma línea en materia de relaciones con el vecindario suramericano. Y por la designación de Juan Fernando Cristo como Ministro del Interior envía un mensaje también de continuidad en su compromiso con los derechos de las víctimas en el marco de los acuerdos de paz que están por venir. Intentará de nuevo una reforma a la justicia escogiendo entre las propuestas de su actual Ministro Gómez Méndez o el Fiscal Eduardo Montealegre. Y aunque la restitución de tierras sigue siendo una de sus prioridades, preocupa que entregue la cartera de agricultura a un miembro de una de las familias símbolo del poder terrateniente del país.

Pero el Santos II habla también por sus silencios. Nada ha dicho sobre la revisión a la locomotora minera, en momentos en que los colombianos sentimos el rigor del cambio climático y los efectos de una actividad que, como la minería a cielo abierto o la explotación de hidrocarburos, es tan ambientalmente depredadora como raquítica en su aporte al desarrollo de los territorios de explotación. Nadie sabe quién es la Ministra de Medio Ambiente y muy pocos se acuerdan de la propuesta de seguimiento a los indicadores de desarrollo sostenible que el Presidente Santos llevó a la cumbre de Río +20. También es elocuente el silencio presidencial respecto a los Tratados de Libre Comercio cuya revisión ha sido un reclamo en los paros agrarios y las movilizaciones populares, que también ha sido una solicitud de calificados sectores de opinión. Sobre la reforma a la salud, el Presidente no pasó del lugar común de prometer una “salud de calidad” y nos quedamos esperando el plan de posconflicto que pondrá en marcha en la Colombia profunda ocupada por fenómenos de violencia desde hace más de medio siglo, al día siguiente de la desmovilización de las guerrillas.

Nos quedamos esperando que junto con el inicio de su segundo mandato anunciara el gabinete con el que construirá y pondrá en marcha su ruta. Es un asunto definitivo para calibrar el talante y la capacidad de su gobierno, sobre todo por los reclamos de gerencia pública a su primer cuatrienio. Y por la presión de la “mermelada” que lo ayudó a elegir.

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