Comienza el año y con él la noticia de la presencialidad del 100% en las aulas, tras una virtualidad extendida que afectó la calidad educativa y la salud mental de miles de niñas, niños y jóvenes del país; sin embargo no sorprende que a unos días de dar cumplimiento a la orden del Ministerio de Educación, los directivos de Fecode vuelvan a negarse a volver a las aulas y a reponer clases y tiempos no laborados por sus maestros.
En Colombia son más de 9 millones 895 mil estudiantes que después de 21 meses, esperan retomar la normalidad relativa con una presencialidad que les devuelva la dinámica y calidad en su proceso educativo. Para Bogotá, son cerca de un millón 454 mil menores, del sector oficial que aguardan por regresar a sus jardines y colegios.
La respuesta de Fecode es un rotundo no, argumentando, como lo ha hecho en repetidas ocasiones y sin prueba alguna, que no hay condiciones para tener clases presenciales, condicionando además su retorno con el aumento de salarios, mejoras inmediatas en la infraestructura de los colegios y otras que aunque necesarias, no son posibles en el corto plazo, pero si perjudican con más demoras a aquellos estudiantes que bajo graves condiciones de vulnerabilidad no han tenido acceso a conectividad o acompañamiento de parte de sus profesores.
El gremio desconoce que por ejemplo en Bogotá, los 400 colegios oficiales, y los 1.782 jardines e instituciones privadas de la ciudad cumplen ya con un modelo de protocolos de bioseguridad y protección para sus estudiantes, que son monitoreados por la Secretaría de Educación, y con espacios suficientes que se adecuaron durante la pandemia para cumplir con cada requisito de protección frente al Covid-19. Así mismo que la vacunación avanza a buen ritmo, habiendo comenzado para los maestros el 25 de mayo de 2021 en un esquema de inmunización que finalizó aproximadamente en agosto pasado con el fin de que como personal en riesgo tuvieran protección frente al virus y de paso los niñas, niños y adolescentes a su cargo.
El modelo de virtualidad y alternancia, demostró que no alcanzó a toda la población estudiantil, especialmente a aquellos de menores recursos o de la ruralidad que no lograron en tantos meses obtener siquiera las prometidas tabletas o cobertura de internet, y debieron limitarse a copias esporádicas con contenidos que no entendían y sin el acompañamiento de un docente. La encuesta de Calidad de Vida publicada por el DANE prendió las alarmas frente a las cifras de educación en Colombia al revelar por ejemplo que más del 20% de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes del país entre 6 y 21 años no asistieron a instituciones o programas educativos en el 2020, o que la población entre 17 a 20 años registró inasistencia escolar del 54%, y este mismo grupo de edad, en las zonas rurales la inasistencia es de un 68%.
En lo que tiene que ver con la salud mental, el Ministerio de Salud aseguró en un reciente estudio que en la capital del país, el 68 % de los jóvenes, tenía riesgo de depresión, y el 53 % de ansiedad, siendo mayor en las mujeres. En el aspecto de la deserción, sostuvo que en el punto de vista conductual, la no asistencia a clases tiene un efecto importante sobre la deserción"; y agregó, que el 23% de los jóvenes llama a la línea de atención en salud por síntomas de ansiedad, 20% depresión, 13% estrés, 12% trastornos del comportamiento, 8,2% conductas suicidas fundamentados en la falta de interacción social.
Y es que la contradicción del gremio de los educadores es tal, que mientras se niegan a la presencialidad en las aulas, citan a nuevas convocatorias de manifestaciones y mantienen constantes encuentros políticos que registran en sus propias redes sociales, en evidentes aglomeraciones sin el cumplimiento de los protocolos mínimos. Hoy, si hay condiciones para el retorno, con la priorización de los maestros en la vacunación, con el tiempo que se ha dado en la preparación de protocolos. Los niños y jóvenes lo necesitan y los sindicatos no le pueden negar esa oportunidad; hay que apelar a la coherencia en su discurso y si de cuidado se trata, en los colegios encuentran más garantías que en las calles generando aglomeraciones.