El daño que produce al medio ambiente los chicles y las colillas es incalculable.

Para el Concejal Edward Arias, del Partido Alianza Verde, la disposición de chicles y colillas de cigarrillo no solo debe ser responsabilidad de los operadores de aseo de la ciudad, sino de toda la administración.

El tabaco tiene unas 4.000 sustancias químicas reconocidas. Entre ellas, la nicotina, el alquitrán, el amoniaco y el polonio 210, todas ellas cancerígenas e influyentes en la muerte de más de seis millones de personas al año, según estima la Organización Mundial de la Salud (OMS). El filtro de los cigarrillos es de acetato de celulosa, el elemento de más rápida evaporación del cigarrillo. Sin embargo, también está fabricado con derivados del petróleo, cuyo efecto contaminante puede durar en el entorno décadas; así mismo, contiene plomo, mercurio, fenol, amoniaco, que puede hacer que se contaminen hasta 500 litros de agua. Estudios recientes demuestran que la mayoría de los productos tóxicos del tabaco quedan adheridos a la colilla, además, cada una está recubierta con dos sustancias plastificantes que se utilizan para que el cigarrillo mantenga esa forma cilíndrica que le conocemos. Tenemos entonces que, por cada colilla arrastrada hasta ríos o mares, se contaminan ocho litros de agua, los filtros y los cigarros, al entrar en contacto con el agua con sustancias tóxicas como nicotina y alquitrán, así como metales pesados como plomo, arsénico y cianuro. Las colillas son el principal residuo recogido en el medio ambiente mundial, con millones de kilos diseminados por todo el planeta. Estos desechos de los cigarros tardan décadas en desaparecer y contaminan fuentes hídricas, dañan la biodiversidad o provocan incendios forestales

Las personas conocen las consecuencias del cigarrillo, pero no toman conciencia de que la colilla de cigarro es un residuo sólido que tiene un impacto en el ambiente y que al final vuelve a repercutir en la salud de las personas debido al ciclo de vida de este desecho.

Casos de control en el mundo.

En 2015 la alcaldía de París, Francia, fijó multas de 68 euros para las personas que arrojen colillas de cigarrillo a la calle, como una medida para reducir la contaminación ambiental y visual, que causan estos desechos en la ciudad. Según datos del gobierno, en Paris cada año se recogen de las calles 350 toneladas de colillas de cigarrillo.

Calgary, Canadá, considerada la ciudad más limpia del mundo, se pueden pagar hasta 1.000 dólares por arrojar colillas de cigarrillo en las calles o botar basura por la ventana del automóvil. Tirar chicles al suelo o dejar sucio un baño público acarrea una multa de 100 dólares.

En 2017 , en Italia entraron en vigor nuevas leyes en materia de salud y medio ambiente, que enfrentan a los fumadores a multas de hasta 500 euros por encender cigarrillos en automóviles en los que se movilicen niños o mujeres en estado de embarazo, o por arrojar colillas de cigarrillo a la calle.

En cuanto al control de la disposición de los chicles usados, se puede ver que cada chicle tirado en la vía pública representa un foco de infección y riesgo para la salud de la población, puede albergar entre 50 mil y 70 mil bacterias si está fresco además de los hongos recogidos del medio ambiente en que se encuentra. Una vez que se seca con el sol el problema se convierte más en un asunto de contaminación urbana. Además, su limpieza implica un alto riesgo sanitario y ambiental en detrimento de la salud de la población y la imagen urbana. Así mismo los chicles superaron el límite permisible de microrganismos indicadores de contaminantes que generalmente se cuantifican para determinar la calidad sanitaria de alimentos como los hemofílicos aerobios, mohos y levaduras; además en diferentes estudios se han encontraron coliformes fecales donde se evidencia contaminación para la salud del peatón.

Ahora bien, por el lado ambiental tenemos que los chicles están compuestos en un 80% por plástico, el resto, una mezcla de gomas de resinas naturales, sintéticas, azúcar, aromatizantes y colorantes artificiales, es así como su degradación dura más o menos cinco años, necesita de la acción del oxígeno, que en sus primeras etapas petrificará el chicle y posteriormente se agrietará y se desvanecerá sin dejar apenas rastro ambiental.

En Singapur, comerse una goma de mascar es un delito civil penado por la ley. Desde 1992, en la sección 3 del Capítulo 272A del Acta de Regulación de Importaciones y Exportaciones incluyeron la prohibición de introducir goma de mascar en el país. Las penas podían llegar hasta los 65.000 euros y dos años de cárcel por la primera condena. En la segunda, la multa ascendía a 130.000 euros y tres años de prisión. Tampoco estaba permitido fabricar o vender chicles en Singapur a menos que el artículo forme parte de un tratamiento médico, como es el caso de los chicles de nicotina, utilizados como herramienta para ayudar a los fumadores a dejar el hábito.

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