Colombia en las últimas cuatro (4) décadas se ha convertido en uno de los principales productores de sustancias como la cocaína y heroína y en uno de los mayores exportadores. En los años setenta y parte de los ochenta, el país también fue uno de los principales exportadores de marihuana[1]. Históricamente este fenómeno ha estado ligado a otros hechos trágicos como la violencia, la financiación de grupos guerrilleros y paramilitares, así como la adopción y/o exaltación de una cultura proclive al atajo y a lo ilícito.
La política antinarcóticos se implementó a través de convenios de cooperación firmados entre Colombia y EE.UU para la persecución principalmente contra la producción de hoja de coca[2]. Sin embargo, el aumento de la represión de modo exagerado produce como efecto un recrudecimiento de la criminalidad en una escalada sin fin, que necesariamente lleva a algo similar a una ‘guerra interna’ en el país. Lejos de acabar con el tráfico y consumo de sustancias prohibidas, la lucha contra el narcotráfico ha terminado por fortalecer el negocio mismo. Del problema del comercio de sustancias se pasó a una criminalidad organizada que ha permeado gran parte de las instituciones -públicas y privadas- en el estado colombiano.
El gobierno nacional ha establecido como prioridad la lucha contra este problema y lanzó un plan antidrogas que prevé reducir a la mitad el territorio cultivado de coca. Las Naciones Unidas constatan una disminución del 9% en la superficie cultivada de hoja de coca (pasó de 169.000 hectáreas en 2018 a 154.000 en 2019), un avance muy bajo.
Se evidencia entonces la enorme dificultad para erradicar las hectáreas destinadas a la siembra de coca, que han tendido a concentrarse en los mismos departamentos. Y aunque hay avances en disminuir el área cultivada, la producción de droga no disminuye, sino que por el contrario se ha mantenido estable; el potencial de producción de clorhidrato de cocaína sigue siendo muy alto en nuestro país (cerca de 1.200 toneladas por año). Además, la resiembra alcanza en promedio cerca del 50% de las hectáreas erradicadas a la fuerza.
Más brechas sociales, más consumo
El aumento de la criminalidad es producto mismo de la sociedad de consumo, en el que cada vez se hace más grande la brecha entre aquellos que desean y son capaces de satisfacer sus deseos y necesidades, y los que no tienen los medios para hacerlo[3].
Por ejemplo, el consumo de sustancias psicoactivas en los adolescentes infractores de la ley en la capital es muy superior al que se observa en la población general: el consumo de cocaína es 20 veces superior y el de marihuana y basuco es 10 veces mayor. Un 25,4% de los hombres y el 30,1% de las mujeres adolescentes infractores cumplieron los criterios de dependencia de sustancias, cifra muy alarmante puesto que la dependenica en la población general no llega al 1%[4].
Las condiciones en las cuales viven estos jóvenes suelen ser más difíciles, no solo desde el punto de vista económico, sino principalmente de la dinámica familiar, del contexto y la falta de oportunidades. Aparecen altos índices de desempleo en sus padres (cerca del doble del que se observa en la población general). El 23% de sus padres han estado presos, mientras que el 30% de los hombres y el 43% de las mujeres afirman haber visto delitos, consumo de SPA o violencia en sus familias.
Disminuye consumo de tabaco; aumenta el de alcohol, marihuana y cocaína
Frente a sustancias legales, el uso del tabaco ha disminuido a nivel nacional y en la capital, mientras que el consumo de alcohol ha aumentado. “Debemos reforzar la conciencia social en torno al acceso al alcohol y tabaco de los menores de edad -no sólo en el comercio, sino en los mismos hogares-, así como fomentar el consumo responsable de bebidas alcohólicas en adultos” afirma el concejal Armando Gutiérrez.
Conforme a los estudios nacionales de consumo de sustancias, el 42,1% de las personas encuestadas declara haber fumado tabaco alguna vez en su vida. Sólo el 12,9% lo ha hecho en los últimos 30 días y se consideran consumidores actuales. La disminución de consumo de tabaco es significativa en todas las edades, excepto en el grupo etario entre los 45 a 65 años; el grupo entre 12 a 17 años es el que menos disminución ha presentado con -1,16
El 87% de los encuestados declara haber consumido bebidas alcohólicas alguna vez en la vida y 35,8% manifiesta haber consumido en los últimos 30 días. La mayor tasa de uso de alcohol, del 49.2%, se presenta en jóvenes de 18 a 24 años seguido por adultos entre 25 a 34 años, mientras que los adolescentes de 12 a 17 años son quienes menor tasa de consumo presentan (19,3%).
El consumo global en bogotá de cualquier sustancia ilícita se incrementó significativamente entre 2009 y 2016, pasando la prevalencia de uso alguna vez en la vida del 9.6% al 15.4%, un aumento del 60%. El consumo reciente se extiende del 2.5% al 4.6%, un aumento del 84%. La más común es la marihuana en su consumo reciente y actual, en segundo lugar la cocaína con consumo reciente o alguna vez en la vida y por último el basuco, que casi no tiene consumo reciente[5].
El consumo de marihuana en Bogotá creció significativamente entre 2009 y 2016, en sus tres indicadores de consumo: vida, año y mes. El consumo reciente o del último año pasa del 2.3% al 4.1%, es decir que prácticamente se duplica. En tanto que la población que probó o consumió alguna vez en la vida creció en un 50%, pasando del 8.9% al 13.4%. Aumentó también la prevalencia de uso alguna vez en la vida de cocaína, que pasa del 2.4% al 4.3%, casi se duplica. El consumo reciente o del último año no ofrece cambios y permanece en una prevalencia inferior al 1% en ambos momentos.
Disponibilidad y oferta de sustancias ilícitas en Bogotá
El mismo estudio muestra que 50.7% de los encuestados considera que es fácil conseguir marihuana. A un 11% le ofrecieron marihuana en los últimos 12 meses y al 5.4% en los últimos 30 días. En los estratos 1 y 2 se observa el mayor porcentaje de percepción de facilidad de acceso y de oferta en el último año, así como en la zona 1 (Santa Fe, Mártires, Candelaria).
El 28.5% de la población considera que es fácil conseguir cocaína. El 4.4% recibió oferta de cocaína en los últimos 12 meses. En el estrato 2 se encuentra el porcentaje más alto en relación a la facilidad de acceso y oferta. La mayor percepción de facilidad de acceso ocurre en las zonas 1, 9 y 8 (Santa Fe, Los Mártires, Candelaria, Rafael Uribe, Antonio Nariño, San Cristobal y Tunjuelito).
Por último, el 1,1% de la población recibió oferta de basuco durante los últimos 12 meses. Pero la percepción de facilidad de acceso alcanza al 29.8%. En estratos 1 y 2 se observa la mayor percepción de facilidad de acceso (37%), y en el estrato 1 son mayores los episodios de oferta de basuco en el último año (1.8%). En Santa Fe, Los Mártires, La Candelaria, Ciudad Bolívar, y Usme se registran los mayores porcentajes de facilidad de conseguir basuco. En las primeras 3 localidades es donde más oferta se ha presentado.
La poca información y baja percepción de riesgo para el consumo de alcohol y marihuana explica los elevados consumos de estas sustancias, lo cual se convierte en un facilitador para el consumo de otras drogas, aunque se perciba que éstas tengan mayor peligro. “Hay una relación clara entre la facilidad percibida para la obtención de las sustancias y las prevalencias de su consumo. Necesitamos intervenir las ollas de microtráfico de la ciudad en localidades como Santa Fe, Mártires, La Candelaria, para que niños, niñas, adolescentes y jóvenes no esten inmersos en estos contextos que les lleven a consumir” advirtió el concejal Armando Gutiérrez.
Respuestas al problema de drogas
Se requiere un enfoque integral y multisectorial con coordinación de los servicios sanitarios y sociales, concediendo especial atención a la promoción, prevención, tratamiento, rehabilitación, atención y recuperación de esta población[6].
Debemos entender que los trastornos mentales, incluido el abuso y dependencia de sustancias psicoactivas, incluyen no sólo características del individuo sino también factores sociales, culturales, económicos, políticos y ambientales. La exposición a situaciones adversas a edades tempranas es un factor de riesgo prevenible para estos trastornos. Algunas personas y grupos sociales pueden correr un riesgo significativamente mayor de sufrir de este flagelo: familias que viven en la pobreza, niños(as) expuestos al maltrato o abandono, adolescentes expuestos a abuso de sustancias, grupos minoritarios, entre otros. “Vemos cómo las cifras indican que los jóvenes entre 12 a 24 años, poblaciones de estratos 1 y 2, y aquellas personas infractoras de la ley son una población en riesgo para el consumo de drogas sean legales o ilegales” advirtió el cabildante.
Las acciones de promoción y prevención deben cobijar a personas que no están en riesgo o que están en alto riesgo -tanto individuos como familias y comunidades-[7] para la reducción de factores de riesgo y aumento de factores protectores reduciendo la recurrencia del consumo de drogas. La ciudad necesita indicadores y metas clave que se pueden utilizar para evaluar la aplicación, los progresos y el impacto de las políticas de salud mental, así como estudios periódicos en el tema.
Conclusiones
Aunque tenemos varios estudios sobre el consumo de sustancias, tienen limitaciones por cuanto no llegan a zonas rurales, ni a las personas internadas en centros de tratamiento, penitenciarios y habitantes de calle. Se requieren otros estudios para profundizar en aspectos de esta problemática que no pueden ser abordados desde la perspectiva de los estudios de hogares.
Durante la pandemia, es importante asegurar la continuidad del acceso adecuado a los servicios sociales y de salud dirigidos a personas que usan drogas o con trastornos por su uso, y proporcionar la continuidad del cuidado requerido como es la terapia farmacológica y acceso a todos los medicamentos, así como las terapias psicosociales.
Las personas sin hogar, incluidas las personas con trastornos por consumo de drogas, también necesitan apoyo. Es necesario proporcionar refugio teniendo en cuenta la orientación de distanciamiento social, asegurando la seguridad y la higiene.
Concejal Armando Gutiérrez González
Partido Liberal
[1] Gil, F. (2016). El fenómeno del narcotráfico desde el pensamiento sistémico. Revista Cubana de Ciencias Económicas-EKOTEMAS. Vol 2 Nº 3.
[2] Garcia, A. (2010). Narcotráfico en Colombia: Un problema creado en otra parte, importado y asumido como propio. Estudios de Derecho Vol. LXVII Nº 149.
[3] Lara, G. (2007). Socieda de consumo y cultura consumista en Zygmunt Bauman. Nueva época Vol. 55. Recuperado de http://www.scielo.org.mx/pdf/argu/v20n55/v20n55a8.pdf.
[4] Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y Dirección Nacional de Estupefacientes. (2010). Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Adolescentes en Conflicto con la Ley en Colombia. Recuperado de https://www.unodc.org/documents/colombia/2013/septiembre/Estudio_Consumo_Adolescentes_en_Conflicto_2009.pdf
[5] Alcaldía de Bogotá y Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) (2016). Estudio de consumo de sustancias psicoactivas en Bogotá, D.C. Recuperado de https://www.unodc.org/documents/colombia/2017/Marzo/Estudio_de_consumo_de_sustancias_psicoactivas_2016.pdf
[6] Organización Mundial de la Salud (2013). Plan de Acción sobre Salud Mental 2013-2020.
[7] Alcaldía de Bogotá (2016). Política Distrital de Salud Mental 2015-2025.