Seguramente la gente no ha olvidado la crisis de las basuras que se vivió a principios de 2018, cuando se implementó el nuevo modelo de basuras, que en realidad era como volver al esquema anterior. Peñalosa amplió la vida útil de Doña Juana, no hizo nada por mejorar los índices de reciclaje ni estableció metas ambiciosas, no incluyó medidas para reducir la cantidad de residuos que se producen, y no buscó la forma de comprometer a los ciudadanos con la reducción de basuras. En resumen, un esquema que no resuelve las necesidades de la ciudad ni la pone a tono con las soluciones modernas y amigables con el medio ambiente que se están promoviendo en el resto del mundo.
El Departamento nacional de Planeación expone en la definición de su Política para la Gestión Integral de Residuos Sólidos 2016-2030: que hay tres problemas macro en los esquemas de basuras de la mayoría de capitales colombianas: El desconocimiento de la población sobre la prevención, reutilización y separación adecuada de los residuos; La ausencia de rutas de recolección selectiva en los municipios y la informalidad en la recolección de los residuos aprovechables. El esquema de recolección de basuras que tenemos actualmente no resuelve ninguno de estos tres problemas. La Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos, por su parte, se limita a vigilar el cumplimiento de los operadores externos.
Poco reciclaje
Según los registros de la UAESP, actualmente hay 131 organizaciones de recicladores en la ciudad. Distribuidos de manera desigual por localidades. Tenemos así que mientras Kennedy cuenta con 29 organizaciones, localidades como Ciudad Bolívar apenas tiene 7 y Suba 14. La Uaesp reconoce que el volumen de material reciclado por estas organizaciones es “dinámico”. Con esto quieren decir que depende de lo que reporten los recicladores voluntariamente. Poniendo en evidencia que es una actividad que queda por fuera del control y el seguimiento de la ciudad.
En 2017 llegaron a doña Juana 2.117.124 toneladas de basura. Según reportaron los recicladores se alcanzaron a aprovechar 326.550 toneladas. Es decir, que la ciudad produjo ese año 2.443.674 toneladas de basura y recicló apenas el 13,3%. Esa cifra, que ya es baja, resulta sin embargo inferior al del promedio acumulado nacional. El Departamento Nacional de Planeación expone en su Política para la Gestión Integral de Residuos Sólidos 2016-2030, que de los 11,6 millones de toneladas de basura que producen los colombianos al año, solo se aprovecha el 17%.
La cifra es insuficiente si se piensa que actualmente el 43% de lo que llega al relleno sanitario está compuesto por materiales directamente aprovechables, para los que ya existen la tecnología y la infraestructura para aprovecharlos como plástico, papel, cartón, vidrio y metales. Eso quiere decir, que las casi 7 mil toneladas diarias de desechos que genera Bogotá, podrían reducirse a prácticamente la mitad.
Basura bajo tierra
Por el lado del relleno sanitario Doña Juana, las cifras de reciclaje no son más alentadoras. Según el contrato actual el operador sólo está obligado a aprovechar el 1.8% de los residuos. Adicionalmente, tienen autonomía para decidir cuánto y qué aprovechan. Según explica la UAESP en derecho de petición, para cumplir esa parte del contrato el consorcio escogió hacer la separación de los residuos sólidos ordinarios que vienen mezclados con residuos de construcción y demolición.
En 2017, por ejemplo, aprovecharon el 2,62% de estos residuos. Con esto, están “cumpliendo” con su contrato. Pero no creo que esa ínfima cantidad de reciclaje sea cumplirle a las necesidades de Bogotá. A diario se entierran 2.780 toneladas de elementos que, de haber sido separados, se hubieran podido comercializar.
Pensemos además en la paradoja del Río Tunjuelo, que está siendo contaminado con los lixiviados, compuestos por materiales tóxicos y orgánicos, pero también por metales como aluminio, hierro y cobre, que son perfectamente reciclables; e incluso materiales extremadamente valiosos como Selenio, Vanadio y Cobalto. O sea que, literalmente, nos estamos dando el lujo de contaminar las fuentes de agua con dinero. No se me ocurre una paradoja más grande y un ejemplo más elocuente de la política atrasada y absurda que tiene la ciudad sobre este tema.
Cambio de rumbo
La OCDE elaboró en 2014 el documento: “Evaluaciones del desempeño ambiental” enfocado en Colombia. En el aparte de Residuos, se destaca el avance del país en materia de legislación, pero un importante retraso en aplicar esta legislación. Cito textualmente: “siguen desaprovechándose ocasiones para aumentar la eficacia medioambiental y la eficiencia económica a través de las políticas de manejo de residuos”. Necesitamos un cambio de paradigma hacia un modelo de disposición de residuos como el que delinea el CONPES 3874 de 2016.
Las autoridades ambientales regionales y municipales tienen amplias responsabilidades en la gestión de residuos. Los municipios son los encargados de velar por la provisión de servicios de tratamiento de desechos municipales. Sin embargo, por el tamaño de las transformaciones que deben hacerse y los numerosos intereses privados que se contraponen, la ejecución de las políticas de residuos ha sido poco eficaz. El Distrito necesita meter la mano para hacer que esto funcione, y no escudarse en el dogma de la ”Libre Competencia” para permitir que las cosas sigan por mal camino.