En mayo de 2019, a través de un polémico otrosí, la administración y los operadores realizaron modificaciones al contrato del SITP para darles un respiro financiero a estos concesionarios a costa del bolsillo de los bogotanos. Los buses a diésel que tienen capacidad de 80 pasajeros, pasaron de recibir por kilómetro recorrido $2.468.84 a $3.467.79, un aumento de 40.5%. Para los buses de 40 a 50 pasajeros el aumento fue de 25.6%.
Durante el primer trimestre de 2020, según la Evaluación Mensual Integral de Calidad, tan solo una de las nueve zonas salió calificada con rendimiento excelente y seis 6 zonas no alcanzaron a clasificar ni siquiera como aceptable. Los descuentos por estas razones son de apenas el 3% sobre su remuneración, medida que no parece ser suficiente para incentivar la mejora.
La disminución de buses disponibles para la operación merece prender las alertas. En el momento en que se firmó el otrosí, había 5.201 activos (sin contar a Tranzit, fuera de servicio) y hoy los buses activos son 5.158, es decir 43 menos. Esto, a pesar de que los concesionarios han cumplido 100% el compromiso de recuperación de flota fuera de servicio por razones técnicas.
El Otro sí firmado era muy laxo en su primera etapa de año y medio, los compromisos más exigentes para los operadores apenas comienzan, desde ahora deberán adquirir nuevos buses para finalizar la implementación a más tardar en diciembre de 2021. Muestra de esto es que, aunque según Transmilenio los operadores han cumplido en buena parte sus obligaciones hasta el momento, el número de rutas del sistema sigue siendo el mismo desde mediados de 2016.
Los concesionarios se han escudado en la situación actual de pandemia para incluso incumplir los pagos a los pequeños propietarios que les entregaron sus buses, pese a que su afectación por este tema no supera el 15% de la remuneración. El golpe financiero por la baja de usuario la ha asumido principalmente el Distrito, que espera un déficit cercano a los 2 billones para el 2020.
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