Pico y placa: efectos secundarios de una solución que se desgasta

Luego de más de 18 años de conducir un taxi, y exhausto por el tráfico de Bogotá, Omar Rodríguez* decidió comprar un carro particular y montar un negocio de comidas en un quiosco del Parque Nacional. Sin embargo, desde que se implementó la medida del pico y placa extendido, Omar, al igual que un número considerable de bogotanos, ha padecido sus efectos secundarios, tanto en su forma de desplazarse como en su economía. 

“Pues sí, la movilidad ha mejorado un poco, pero me ha fregado el negocio. Con el pico y placa de antes podía trabajar más, traer más comida, hacer domicilios, llevar a mis hijos al colegio y mandar a alguien en el carro si necesitaba algo. Además, venían más familias en carro. Ahora me toca coger Transmilenio los días que no puedo moverlo, y es un desastre porque eso se quedó chiquito. Yo no puedo montar en bicicleta por un problema de cadera. Si trajera el carro me tendría que quedar hasta las 9 de la noche sin ver a mis hijos, y si pagara por sacarlo, pues me arruino. Los que tengan la plata, pues frescos, pero el que lleva siempre es uno. Dejé el taxi para estar más tranquilo, pero con este pico y placa este negocio me está saliendo lo comido por lo servido”, comenta.  

El caso de Omar resume bastante bien la inconformidad que sienten muchos bogotanos con el estricto pico y placa actual. Y es que, si bien la medida ha servido para que el tráfico fluya mejor, también está generando consecuencias adversas en la congestión del transporte público, la calidad de vida de muchos y la economía de quienes dependen del carro o de prestarles servicios a los vehículos. Porque vale la pena aclarar que, en Bogotá, el carro no es un lujo exclusivo de los estratos altos, como se piensa erróneamente, también es una herramienta fundamental para el sustento de incontables hogares de los demás estratos, que se están viendo seriamente afectados.

Los dueños de vehículos están sintiendo, con toda razón, que están abusando de ellos de manera autoritaria. ¡Tan solo la semana pasada muchos tuvieron que dejar sus carros parqueados cuatro días! Nadie entiende por qué debe pagar los impuestos y la revisión tecnicomecánica de todo un año para poder transitar su carro, básicamente solo la mitad del tiempo, por una malla vial tan atrasada y en malas condiciones. A muchos no les cabe en la cabeza por qué les reiteran constantemente que tener un vehículo es un problema que contamina y genera trancón, pero que el problema se puede “resolver” pagando el pico y placa solidario. Les dicen que estas medidas tan estrictas son por las obras, pero los bogotanos ya, desde hace rato, sienten que están viviendo en una obra que nunca les entregan.

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Para dar un ejemplo: en 4 meses, desde enero 11 hasta el 20 de mayo de 2022, 33 mil carros pagaron el pico y placa solidario, número que resulta significativo para el Distrito, si se tiene en cuenta que, por ese pago, se recaudaron 71 mil millones de pesos.  Un carro en promedio ocupa 15 m2, es decir, que esos 33 mil carros que pagaron por salir ocupan 495.000 m2, si lo pensamos de manera lineal, serían 495 kilómetros.  Bogotá, tiene 14.183 kilómetros construidos de vías, el 15 % de la malla vial está en mal estado, es decir 2.174 kilómetros de vías tienen algún problema.  

Como si se ciñeran a un guion, y para desviar la atención de la falta de resultados con el problema de movilidad, las administraciones de Bogotá se han empeñado en vender la idea de que tener carro es malo, que es un problema para la ciudad, que la solución es dejarlo de lado y andar en bicicleta y usar el transporte público. Claro, ojalá un día nuestra ciudad pueda ser más sostenible en cuestión de movilidad y todos los medios de transporte se complementen y suplan las distintas necesidades de los ciudadanos.

Pero, en este momento, resulta muy complicado convencer a quien tenga carro de utilizar un transporte público inseguro y precario o de andar en una ciclorruta en donde, muchas veces, se está a merced de algunos biciusuarios que no respetan las normas de tránsito, o lo que es peor, la inseguridad. En Bogotá, en promedio hay 192 mil carros por digito, es decir, que diariamente salen de circulación un millón de vehículos. Según un informe de Traffic Index, la congestión en Bogotá es del 55 %, por lo que se pueden perder 126 horas en el trancón al año.

Es cierto que un tráfico como el de Bogotá necesita medidas que lo hagan mejorar y que, en lo posible, tengan un equilibrio que reduzca al máximo las consecuencias negativas.  Según el Registro Distrital Automotor, en Bogotá hay 1.932.562 automóviles, el 60 % tienen placas pares y el 40 % impares, y se prevé un crecimiento de 2.9 %, es decir, 54 mil nuevos carros. En este orden de ideas es claro, pues, que el pico y placa ha planteado una solución al enorme problema de movilidad de nuestra ciudad, hasta cierto punto. Sin embargo, como suele ocurrir con la mayoría de las soluciones, no es la única, no es perfecta y también tiene sus efectos secundarios; efectos que, tarde o temprano, como hemos visto, resultan perjudicando y careciendo de efectividad si no se plantean y se aplican soluciones alternativas o se va directamente a la raíz del problema. 

Estar adaptando la medida a las necesidades del momento es una cura que ya se está comenzando a agotar. Esperemos que las obras ya finalizadas cumplan con su objetivo de mejorar la movilidad. Pero también vale la pena pensar, en un futuro ojalá no muy lejano, en soluciones sostenibles a largo plazo, como el aprovechamiento de algunos caños para ampliar algunas de las vías principales o la construcción de “segundos pisos” -vías elevadas- por la Carrera 30, 68, Boyacá, Autopista Norte y las calles 13, Américas, 26, calle 80 y 127, por los cuales los usuarios deban pagar una tarifa para su uso, como ocurre en los países que cuentan con estos sistemas. Para ser grandes, debemos pensar en grande y poner en marcha sistemas que ya están inventados y que han probado su efectividad. 

*Nombre usado con autorización

 

MARÍA VICTORIA VARGAS SILVA

CONCEJAL DE BOGOTÁ 

 

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