Se deslinda así de los sectores más recalcitrantes del catolicismo que por años guardaron discreto silencio acerca de los graves impactos que sobre el ambiente tienen las más agresivas prácticas del capitalismo desenfrenado y consumista.
Ese "mirar para otra parte" en temas claves de la sociedad por parte de importantes sectores de la iglesia católica y del propio Vaticano como Estado, ha alejado a núcleos católicos de base popular de su jerarquía e incluso de la propia fe. Por eso este paso se torna en algo muy importante. Una amplia franja de la opinión pública católica destaca que siempre que el Vaticano da esos virajes hacia causas populares y claramente comprometidas con posiciones de avanzada, los sectores que siguen esta fe se convierten en gestoras de importantes cambios sociales.
Esta Encíclica, conocida ya como La Enciclica Verde, llama la atención acerca del modelo de consumo que ha puesto por encima de toda consideración colectiva el individualismo e invita a realizar “pequeñas acciones cotidianas” como “evitar el uso del material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias”.
Pero el documento no se circunscribe exclusivamente al ámbito de lo privado. Llama la atención también sobre la responsabilidad gubernamental y empresarial en el cuidado del planeta, convocando a los líderes políticos y económicos a cumplir con su deber ético y moral en este campo.
De los muchos ejemplos que da la Enciclica, la primera que profiere el Papa Francisco, podríamos destacar aquel que señala que "la tecnología basada en combustibles fósiles, altamente contaminantes (especialmente el carbón, pero también el petróleo y en menor medida, el gas), debe ser reemplazada gradualmente y sin demora". Para algunas organizaciones internacionales esta sentencia encierra “una llamada clara a los inversores responsables, directores ejecutivos y líderes políticos para acelerar el ritmo del cambio hacia una energía limpia”.
El concepto mismo que funda el modelo de desarrollo es cuestionado a través de esta profunda reflexión presentada en la encíclica papal. Repensar el enfoque del crecimiento ilimitado como indicador de progreso y orientarlo hacia el decrecimiento de los países que ya tienen suficiente en favor de los que no tienen lo necesario, es una conclusión que encierra el espíritu de este documento.
Por Roberto Sáenz
