El 22 de abril de cada año se conmemora el Día Mundial de la Tierra, en 2019 tiene como lema proteger a las especies o a la biodiversidad del grave impacto ambiental que nuestras actividades originan. Esta fecha se celebra desde el año 1970, momento en el que el Senador estadounidense Gaylord Nelson logró congregar a cerca de veinte millones de personas, dos mil universidades y mil escuelas, que con su presión lograron que su gobierno creara la “Agencia de Protección Ambiental - EPA” junto con una serie de leyes y medidas destinadas a la protección ambiental. Dando paso a la celebración de la Cumbre de la Tierra que se llevó a cabo en Estocolmo (Suecia) en 1972, considerada la primera gran conferencia de la ONU sobre temas ambientales internacionales.
Algunos grupos ambientalistas afirman que la Tierra ya ha superado el límite de consumo de sus recursos naturales, esto quiere decir que cada año usamos más de la naturaleza de lo que se puede renovar. Aproximadamente en siete meses “emitimos más carbono que los océanos y los bosques pueden absorber en un año, pescamos más peces, derribamos más árboles, cosechamos más y consumimos más agua de la que la Tierra pudo producir en el mismo periodo” (Global Footprint Network y WWF, 2017). Cabe recordar que todos estos impactos tienen incidencia directa sobre la flora y fauna de nuestro planeta, nuestras tasas de consumo y de crecimiento poblacional cada vez ejercen mayores presiones sobre las especies con las que habitamos la Tierra.
Colombia no es ajena a dicha situación, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) tenemos un total de 1.203 especies de animales y plantas en riesgo de extinción, 173 se encuentran en peligro crítico, 390 en peligro y 604 en categoría vulnerable. Listado que encabezan especies de animales como las tortugas marinas, el tití cabeciblanco, el manatí del caribe, la danta, el jaguar, el delfín rosado y la iguana; también el oso de anteojos, el puma y el Cóndor de Los Andes, que se pueden encontrar en ecosistemas que se localizan en cercanías de la ciudad de Bogotá.
El Cabildante Nieves Herrera, afirma que la constante transformación y contaminación de los ecosistemas y hábitats bogotanos ha reducido significativamente la población de algunas especies de aves, principalmente de humedal como el cucarachero de pantano (Cistothorus apolinari) que se enfrenta a una inminente extinción local, o la tingua moteada (Gallinula melanops bogotensis). Este es el principal problema que enfrentan los humedales cuando son convertidos en lagunas rodeadas de equipamientos para el desarrollo de actividades recreo deportivas, como es el anhelo de la administración de Peñalosa, por ejemplo, la tingua moteada se caracteriza por su recelo hacia las personas y por la necesidad de protegerse en la vegetación terrestre y acuática, teniendo en cuenta que ya se encuentra en peligro de extinción es un desacierto retroceder en la conservación de estos ecosistemas al igualar los humedales con los parques.
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