La gente se está muriendo en los bares por golpes de calor o por sobredosis y no estamos haciendo gran cosa para que no suceda. Esto está sucediendo porque hay una fuerte desarticulación interinstitucional, falta establecer más conversaciones que de verdad den cuenta de los problemas y las necesidades de las personas que consumen sustancias psicoactivas.
Es la primera vez que en el Concejo de Bogotá hablamos de la transformación cultural que se necesita para convertir a las instituciones en estructuras aterrizadas a la realidad de la problemática del consumo de sustancias psicoactivas en Bogotá.
El abstencionismo y el prohibicionismo han fracasado como política antidrogas, y desconocer que el consumo está al alza es una posición facilista y miope frente a la realidad social que se vive en nuestra ciudad.
Lo anterior se evidencia en que en Bogotá cada vez hay más consumidores. Una comparación entre el Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas del año 2013 y el del 2019, evidencia que se presentó un incremento del 33% del consumo en Bogotá, pasando de de 198 mil personas en el año 2013 a 263 mil en 2019.
La Secretaría de Salud afirma que la demanda sigue aumentando y la capacidad institucional es insuficiente. Detener la intención de consumo es una labor titánica. Es muy preocupante que hasta la fecha ni siquiera tengamos cifras exactas de cuántas personas mueren por sobredosis dentro y fuera de eventos.
Y debemos conformarnos con las cifras que reportan los medios de comunicación. Cuando se habla de sustancias psicoactivas en Bogotá desde la perspectiva institucional, la prevención y la abstinencia en el consumo siguen siendo los paradigmas dominantes.
Sabiendo que muchas de las personas que consumen no están interesadas en dejar de consumir. ¿Qué pasa con ellos?, ¿Cuál es la oferta institucional para estas personas?, ¿Dónde queda la posibilidad de que se mitiguen los riesgos y los daños en el consumo de sustancias?
Desde el 2004 se contempló la idea de hablar de reducción de riesgos y daños en el consumo de sustancias psicoactivas, y hasta ahora no se ha hecho nada que sea realmente incidente, las estrategias son muy pobres. A la fecha no tenemos ninguna caracterización de población consumidora entre las diferentes modalidades de consumo. No sabemos ni siquiera un aproximado de cuántas personas sufren consumos problemáticos en la ciudad.
Es ahí donde yo me pregunto ¿cómo podemos formular estrategias?, prácticamente, estamos trabajando a ciegas y, además, hay un retraso inmenso en la implementación. Durante el debate de control político de hoy, le pregunté a la Administración Distrital ¿qué pasa con la vida de los ciudadanos, no es importante?
Por esto también debemos mitigar los riesgos, anticipar lo que puede salir mal cuando los ciudadanos deciden consumir, y apoyarnos en iniciativas que van más allá de la prevención y abstinencia.
El modelo para el consumo de sustancias debe estar articulado con una política de reducción de riesgos y los daños en la que se proteja los derechos fundamentales de la población.
No únicamente reprimir, sino también, ofrecer mayor atención en términos de salud pública y educación a la ciudadanía. Por solo tener a la prevención como visión del consumo de sustancias psicoactivas, se ha satanizado la idea de consumir, llevando a que, el que decide hacerlo es estigmatizado y excluido.
Juan Baena
Concejal de Bogotá
Nuevo Liberalismo