Son diversas las razones por las cuales los jóvenes no pueden ingresar a la educación superior, ya sea técnica, tecnológica o universitaria. Por un lado, más del 40% de los niños y niñas pobres que acceden a programas educativos de preescolar ingresan cuando ya ha pasado la edad propicia para recibir dicha intervención. Esto genera un uso ineficiente de los recursos públicos e implica que más adelante el Estado deberá aportar más recursos y esfuerzos para apoyar a niños y niñas que, al no haber recibido la atención adecuada en sus primeros años de vida, pueden presentar retrasos y limitaciones en su desarrollo cognitivo y psicosocial, y más adelante, en su desempeño social y laboral (Méndez, 2019).
Respecto a la educación superior, la crisis de 1999 golpeó fuertemente a los universitarios, pues el Estado se vio limitado para ofrecer los cupos demandados y las familias debieron reducir su gasto en bienes que no eran básicos para la subsistencia. La cobertura bruta en educación superior pasó de 13.5% en 1993 a 27.5% en 1997 y luego cayó a 21.4% en 2003 (Méndez, 2019).
Resulta preocupante que en las poblaciones de mayor vulnerabilidad los jóvenes suelen ingresar al mundo laboral a edad temprana y tienen hijos en el curso de la adolescencia o al final de ésta. Ocurre todo lo contrario en las clases más acomodadas, quienes tienen la posibilidad de cursar estudios superiores demorando la madurez social en el sentido económico, laboral y reproductivo.
Que muchos jóvenes sólo culminen la secundaria y no puedan acceder a la educación superior es un problema de falta de recursos. En el país el 60% de la población trabaja de manera informal, cerca del 5% sigue siendo analfabeta y alrededor de un 15% se encuentra en pobreza monetaria extrema, según cifras del DANE.
Por otro lado, es necesario poner lupa al aumento de la deserción universitaria en el país, la cual alcanza el 46%. En el caso de estudios técnicos y tecnológicos supera el 50 % para. En educación básica, se estima que por cada 100 niños que entran a primero de primaria, solo 44 logran graduarse de bachillerato a tiempo. Así mismo, de 100 graduados de bachillerato en el país, solo 39 logran acceder a educación superior.
Lo que más preocupa de esta situación es que, mientras que la deserción en educación superior supera el 70 % para estratos 1 y 2, es menor al 10 % para estudiantes de estratos 4, 5 y 6”, se explica en el documento.
La principal causa de deserción en la educación superior tiene que ver con la falta de recursos económicos, no solo para financiar los estudios, sino también para la manutención de los estudiantes y sus familias durante el tiempo que duran sus carreras.
Por lo anterior, es necesario fortalecer programas como “Jóvenes a la U”, que intentan resolver integralmente estos problemas que enfrentan los jóvenes para acceder y permanecer en sus estudios superiores, en la medida en que ofrece diferentes estrategias, cuyos componentes no sólo le permite a los jóvenes ingresar a la universidad, sino que también ofrecen ayudas económicas para evitar la deserción de los estudiantes por falta de recursos para sus subsistencia, que es una de las mayores causas de abandono en las carreras universitarias.
No obstante, es claro que el problema de acceso y permanencia no puede ser abarcado con una misma estrategia, como quiera que las instituciones pueden tener una oferta educativa amplia, pero se ha evidenciado que ello no es suficiente para asegurar la permanencia de los estudiantes en las aulas. Es bien sabido que el entorno juega un papel fundamental, y que la situación de cada estudiante es diferente por factores como la situación económica de la familia, acceso a transporte público e ingresos para sostenimiento no permiten que una persona se pueda dedicar de manera integral a desarrollar un programa académico.
Es por tal razón que las estrategias deben estar compuestas, en primer lugar, por presupuesto para garantizar el acceso a sus estudios y para su subsistencia, pero igual de importante, adecuar estrategias que atiendan los problemas estructurales de los jóvenes estudiantes, como la inclusión, revisar su entorno y vulnerabilidades que pueden influir en los porcentajes de deserción y así definir una estrategia con un enfoque de política pública que permita una integración de actores de muchas áreas relacionadas con la educación, pero además con factores de calidad de vida para lograr tener eficacia en la cobertura educativa del país.
Para finalizar, hacemos un llamado urgente a las universidades privadas para que no aumenten de manera desproporcionada el valor de las matriculas, generando una mayor deserción de estudiantes, en el contexto económico en el que se encuentra el mundo entero. Es necesario adoptar estrategias que garanticen el ingreso y la permanencia de nuestros jóvenes a la educación superior, pues de esto, va a depender el desarrollo socioeconómico del país.
Partido Liberal Colombiano