La Memoria es un espacio en disputa: resignificaciones y transiciones hacia el Buen Vivir

Para avanzar en la definición de una memoria colectiva y plural es necesario salir de una mirada de la memoria desde la historicidad hispanista, y reconocerla como una realidad social y cultural que se re-escribe y se re-produce.

En el debate de Control Político en desarrollo de la Proposición 003 de 2022 sobre “Patrimonio, identidad y cultura” priorizada por la Bancada del Polo Democrático Alternativo, que tuvo lugar hoy en el Concejo de Bogotá, la Concejala Ati Quigua, Vocera del movimiento Alternativo Indígena y Social – MAIS, llamó la atención sobre la necesidad de transitar hacia visiones decoloniales, plurales y relacionales de la memoria, el patrimonio y la cultura que permitan transitar hacia nuevos paradigmas civilizatorios como el Buen Vivir – Vivir Bien que postulan los pueblos y comunidades ancestrales en el Sur Global.

Sui intervención giró en torno a la Memoria como un espacio político y por tanto en disputa. De este contexto es de donde emergen las luchas de los pueblos y movimientos sociales por la resignificación y la reinterpretación de la historia oficial.

Señaló que después de más de 500 años desde la invasión y el genocidio español en los territorios que hoy conocemos como Bogotá, las lógicas coloniales siguen presentes a través de mecanismos, dispositivos y estructuras coloniales de larga duración. Hoy la República de Indios y de Españoles sigue vigente a través del centralismo político e intelectual, y la tendencia a la homogenización y la asimilación de las diferencias culturales.

A nivel cultural la configuración de la memoria se ha ejercido de modo hegemónico desde la ciudad como centro letrado, marginalizando otras visiones de la memoria como las de las periferias sociales, culturales y geográficas.

Para avanzar en la definición de una memoria colectiva y plural es necesario salir de una mirada de la memoria desde la historicidad hispanista, y reconocerla como una realidad social y cultural que se re-escribe y se re-produce, que nos permite comprender el presente y mirar hacia el futuro, como la entendemos los pueblos indígenas. Lo cual permite reinterpretaciones y resignificaciones, como por ejemplo la sanación de la memoria para los pueblos y comunidades étnicas.

Ejemplo de ello fueron los hechos del derribo de los monumentos erigidos a los “héroes conquistadores” en diferentes lugares del mundo. En Bogotá ocurrió en 7 de mayo de 2021 en la Plaza Rosario con el derribo del monumento del conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada. Es necesario que se abra un espacio amplio de diálogo y de reflexión sobre el sentido y el significado de estos monumentos, ya que para algunos movimientos, pueblos o comunidades suelen tener una carga negativa. Para los pueblos indígenas, por ejemplo, suelen estar asociados con el genocidio físico y cultural, así como con la devastación de los territorios. Agregó la lideresa del pueblo Arhuaco de la Sierra nevada de Santa Marta.

 Imagen que describe el punto 3 llamado "Hacia una visión relacional de los patrimonios

Ahora bien, con ocasión al más reciente Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de la actual Alcaldía expedido por Decreto (No. 555 de 2021), manifestó que en el fondo del debate cultural y patrimonial hay una resistencia ontológico-política, es decir, una lucha por las diversas visiones y modelos de vida.  (Lea también: En el día mundial del hábitat la concejala de Bogotá Ati Quigua propone una ciudad reconciliada con su patrimonio natural y cultural.)

La Modernidad, y la ciudad como eje estructurador de la Modernidad, constituye una cultura dominante sustentada en el individualismo de mercado y los dualismos entre: “humanos” y “no-humanos”, Nosotros y Ellos, Naturaleza y Cultura, Mente y Cuerpo. El paradigma Moderno, que separa la Naturaleza de la Cultura, está cimentado en el antropocentrismo y desarrollismo, desde donde se concibe la naturaleza como recurso y objeto de utilidad para el ser humano, y la cultura como objeto apropiable para la productividad. Concepción a la que obedece el POT que fue decretado recientemente por la Alcaldesa Claudia López.

La planeación del territorio hasta el momento ha sido de una marcada tendencia centralista y colonial. Hasta ahora, después de transcurridos casi quinientos años desde la fundación de Bogotá, se reconoce la presencia indígena en Bogotá para el ordenamiento del territorio. Sin embargo, en el articulado del POT y su respectivo Documento Técnico de Soporte sobre los lugares sagrados muiscas, no se observa un dimensionamiento de las visiones propias de territorio (modos de vida y de ocupación, hábitat, matrices y sistemas de pensamiento, cosmogonías, entre otras) de los pueblos y comunidades étnicas originarias (Muiscas) y residentes en Bogotá. Si en realidad la identidad fuera estructurante en el POT, el principal legado ancestral de este territorio: la memoria Muisca, debería partir del reconocimiento de las formas antiguas de ocupación del territorio, y también por la actualización de esa memoria en las formas vivas de ocupación del territorio urbano. Sin embargo, en el POT la ancestralidad Muisca es nominal y marginal.

Ante esta mirada de la cultura dominante, es necesario postular una mirada de la cultura de las diferencias, desde la diversidad y la pluralidad, que no parten de una lógica dualista sino relacional, como las visiones de los pueblos y comunidades ancestrales. Un ejemplo es la propuesta de la bioculturaldiad entendida como la diversidad biológica y cultural inter-dependientes e inter-conectadas, abarcando e integrando conocimientos, hábitos, entornos, semillas. La apuesta es por una mirada que antes de fragmentar por estructuras el territorio, busque categorías que integren, tanto a la diversidad de sus habitantes como a las culturas con la naturaleza.

Ante una ciudad agonizante urge un cambio paradigmático hacia alternativas civilizatorias como el Buen Vivir – Vivir Bien, que tiene origen en los pueblos y comunidades ancestrales que milenariamente han convivido en complementariedad, armonía y equilibrio con la naturaleza, pero que son propuestas para todas las sociedades, especialmente para que las ciudades que tiene que transitar hacia otros modelos de vida. Desde esta perspectiva, el Buen Vivir es un horizonte civilizatorio y cultural alternativo, cuya realización práctica vincula todas las dimensiones de la vida humana y de las otras formas de vida en la tierra. Es así que supera el paradigma ambiental, sobre el cual está cimentado este POT, que queda supeditado a una concepción antropocentrista de la vida y del mundo.

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