¿Quién Cuida a los Cuidadores?

Los datos revelados en dicha caracterización muestran que los cuidadores en Bogotá son en su mayoría mujeres casadas con edades entre los 74 y 78 años. De ésta población, el 90 % se encuentra entre los 60 y 63 años de edad, situación preocupante en la medida en que muchos comprenden la tercera edad. También se identificó que esta población se encuentra en su mayoría en los estratos socioeconómicos 1 y 2, tienen un bajo nivel de escolaridad, con educación básica primaria incompleta y se dedican a actividades relacionadas con las tareas del hogar. Así mismo, los investigadores encontraron que en muchos casos, los cuidadores tienen cierto nivel de dependencia que les impide desarrollar algunas actividades de la vida cotidiana.[1]

Por otro lado, el estudio demostró que algunos cuidadores presentan alteraciones considerables de su estado mental y cognitivo, lo que dificulta más su labor. Así mismo, se evidenció que los adultos mayores tienen una o varias enfermedades crónicas asociadas con problemas cardiovasculares, diabetes y alteraciones respiratorias y osteomusculares, las cuales aumentan su condición de dependencia. Resulta preocupante que, en la mayoría de los casos, los cuidadores son la esposa, el esposo, o alguno de los hijos, y por eso muchos adultos mayores perciben que son una carga para su familia ya que no saben qué hacer para contribuir al proceso de su cuidado.

El último censo poblacional demostró que la población bogotana se está envejeciendo. Según la información reportada, Bogotá tiene hoy 53 adultos mayores por cada 100 menores de 15 años, lo cual se traduce en un adulto mayor por cada dos jóvenes. En los últimos 13 años, los menores de 15 años pasaron de ser el 27 por ciento de la población al 19 por ciento, y se calcula que para 2050 habrá dos adultos mayores por cada joven.[2]

El contexto del adulto mayor en Bogotá es preocupante, pues, según información reportada por el Distrito, de 1’097.995 adultos mayores que viven en la Ciudad Capital, más del 60 % presentan enfermedades crónicas de larga duración y prolongados tratamientos.  A esto se le suma que unas 95.000 personas mayores presentan discapacidad y requieren cuidado permanente, y de ellas, el 10 %, cerca de 9.500 personas, no tienen quien las cuide.

En el caso de las personas con discapacidad, el panorama parece más alentador, pues la Corte Constitucional determinó en 2019 que, de manera excepcional, los jueces podrán ordenar el servicio de cuidador en casa a personas enfermas. En el estudio de un caso de tutela, la Corte determinó que el servicio de cuidador: “es prestado generalmente por personas no profesionales en el área de la salud; a veces los cuidadores son familiares, amigos o sujetos cercanos; es prestado de manera prioritaria, permanente y comprometida mediante el apoyo físico necesario para que la persona pueda realizar las actividades básicas y cotidianas, y aquellas que se deriven de la condición médica padecida que le permitan al afectado desenvolverse adecuadamente; y representa un apoyo emocional para quien lo recibe”. A partir de este caso de tutela, la Corte aseguró que la responsabilidad del cuidado del enfermo "debe ser asumida por el Estado cuando los familiares de un paciente que requiere cuidados permanentes no tienen la capacidad física ni económica para brindarlos."[3]

La necesidad de un cuidador se incrementa cuando se trata de población que reúne diferentes condiciones dada su edad y su discapacidad, como es el caso de las personas que padecen Alzhéimer. Según información suministrada por las entidades competentes, en el Distrito Capital fueron atendidas 12.062 personas por Alzhéimer en lo corrido del 2018 hasta septiembre de 2019, de las cuales, 33.172, el 74 % de los afectados son mujeres y el 26%, hombres, la mayoría, mayores de 60 años. Así mismo, es relevante señalar que las localidades que tienen mayor proporción de atenciones son Suba, con 16,25 %; Barrios Unidos, con un 14,41 %, y Chapinero, con 12,21 %.[4]

Cabe señalar que esta enfermedad se caracteriza por el deterioro progresivo de las funciones cognitivas de una persona, afectando no solo a las personas que la padecen, sino a su núcleo familiar, pues estas personas requieren de un cuidado permanente, dado el alto riesgo que representa este padecimiento, viéndose reflejado en los altos índices de adultos mayores reportados como perdidos, consecuencia de la desorientación y la perdida de la memoria tan características de esta enfermedad.
En este contexto, se evidencia la necesidad de seguir impulsando una figura jurídica que busque fortalecer y proteger a las y los cuidadores, que son las personas encargadas de la protección, manutención y cuidado de la comunidad con discapacidad, que les garantice un salario y prestaciones sociales mejorando su calidad de vida. También se ha evidenciado la necesidad de adoptar las medidas necesarias para la implementación de un programa de identificación de personas con deterioro cognitivo, situación que cada vez más está afectando a los adultos mayores y personas con este deterioro que se ven diariamente enfrentadas al riesgo de perderse en la ciudad. Como Concejal de la ciudad, seguiré impulsando y respaldando todas las iniciativas que conduzcan a mejorar las condiciones de vida de las personas con discapacidad, sus cuidadoras y cuidadores.