Imagine que necesita tomar un taxi estando de afán. Imagine que efectivamente le prestan el servicio, lo recogen en un sitio y lo llevan a su destino en un tiempo razonable. Ahora imagine que va a pagar. Saca su dinero y quiere cancelar el servicio. Con toda sinceridad, ¿qué cree que pasaría con su paciencia, si el conductor no le recibiera sus billetes, o le insistiera en que usara una aplicación para el pago? ¿Qué pasaría si usted simplemente accediera a la petición sin molestarse y luego encontrara que la opción no funciona? Imagine que a continuación el conductor, minimizando la situación, le diga que no hay problema, que usted se puede acercar a la sede de la empresa de taxis a hacer el pago. Imagine, solo imagine, que usted, ya habiendo perdido la cita a la que acudía, decida ser gentil ante semejante solicitud, y –esta vez, por supuesto, se dirija a la oficina, pero allá le digan que debe esperar, al sol y al agua, por varias horas, para poder pagar su carrera de taxi y estar en paz y salvo con su obligación.
A estas situaciones absurdas nos estamos acostumbrando en Bogotá. Los ciudadanos queremos pagar impuestos, comprar pasajes de Transmilenio y del SITP, calcular y cancelar tiempos de parqueo en vía y liquidar sanciones, y la Administración Distrital nos la pone sistemáticamente difícil.
Pagar el estacionamiento en vía púbica es quizás lo más fácil y flexible; si uno tiene la suerte de encontrar al encargado, una vez llegue al lugar. De lo contrario debe esperarlo durante un tiempo lo cual hará que al final su factura se más cara. Ahora bien, recargar la tarjeta del SITP, fuera de las estaciones de Transmilenio es una tarea difícil, ya que no hay puntos de fácil acceso o incluso se hace mucho más complicado cuando se debe inscribir la tarjeta para realizar pagos virtuales. Lastimosamente no resulta ser amigable para algunas poblaciones como los adultos mayores, que no están acostumbrados a la tecnología y a los procesos que la época actual que las aplicaciones demanda. Se han disminuido las tiendas que prestaban el servicio de recarga; de acuerdo con los tenderos no es un negocio conveniente ni rentable. Así que, no queda otro remedio que llegar a una estación, esperar las enormes colas, llegar a turno para agregar saldo a la cuenta y poder viajar.
Ahora, pagar impuestos, un ejercicio que hasta hace dos años era un asunto de solo algunos minutos, se volvió una misión imposible. Durante varios años fui miembro del Consejo de Planeación Distrital y un año Secretario General del mismo; sesionábamos en el edificio del CAD, en la avenida El Dorado con carrera 29, donde está el Súper CADE más grande de la ciudad, y las gestiones del Consejo me obligaban a ir casi diario. Por eso puedo decir con certeza que nunca, nunca en 4 años, vi el caos del que todos hemos sido testigos en los últimos días. Particularmente durante la semana anterior, cuando empezaba a vencerse el plazo adicional que se otorgó para el pago del impuesto predial con descuento, el desorden y la falta de consideración con el ciudadano fueron los protagonistas de la falta de atención.
Desde el Concejo Distrital hemos estado pendientes de esta situación, y en efecto se han surtido varios debates este año sobre las dificultades de la plataforma Bogdata, que también soporta procesos de pago de impuestos. En el último de ellos, la Secretaría de Hacienda explica, por escrito, que no hay crisis. Mencionan además que los llamados incidentes de operación se están atendiendo con tres comités y 5 mesas de trabajo, creadas desde hace varios años.
Por el bienestar de los ciudadanos de a pie, esperemos que así sea, con respeto por el tiempo de la gente, con el buen trato de los funcionarios, que con paciencia y don de servicio atiendan las necesidades y dudas de las personas.
Concejal de Bogotá