Día de la Mujer: una celebración para reflexionar

El 8 de marzo, ascensores, porterías y vitrinas se ven atiborrados de carteleras color pastel, decoradas con siluetas de mujer, acrósticos y mensajes mal escritos. El 8 de marzo, el comité de Recursos Humanos ya tiene charlados a unos mariachis para que entren de sorpresa cantando Mujeres, de Ricardo Arjona, y ya ha dejado en los puestos de todas las mujeres unas anchetas con una esquela, una rosa, unas almendras y una botellita de licor de café. El 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer, y, personalmente, creo que, si va a seguir celebrándose de esa manera, aunque sea de forma bien intencionada, mejor no se debería hacer nada. Porque, más que una celebración, parece un acto de condescendencia.

Y es que si bien, el 8 de marzo se conmemora un evento de suma importancia para los derechos de las mujeres,  en realidad resulta un poco absurdo celebrar solo durante un día –de la manera en que se celebra y con cierta cursilería– todas las maravillas que hacemos nosotras en todos los aspectos de la vida (empezando por el hecho de poder dar a luz), y que los demás días del año todavía debamos enfrentar tantos abusos por parte de una sociedad que, aunque ha tenido cambios positivos respecto a nuestro papel en ella, muchas veces no nos da el lugar ni el respeto que merecemos, tanto a nivel social y personal como profesional.

Si hay algo que debamos celebrar de verdad es el hecho de que las mujeres seamos cada vez más un ejemplo de firmeza y determinación. Ya no nos da miedo hacernos oír, no nos dejamos amedrentar, no nos quedamos cruzadas de brazos ante los atropellos. La solidaridad y la empatía entre nosotras han crecido, como en los casos de las constantes denuncias por acosos laborales y sexuales que ocurren a diario. ¡Porque hoy en día las mujeres no callan, las mujeres denuncian!

Sin embargo, no todo es motivo de celebración. En mi opinión, aún debemos trabajar en ciertos temas cruciales. Lo primero que se debe hacer para celebrar de verdad y dignamente a las mujeres es lograr que se sientan seguras y protegidas, que sepan que tienen a quién recurrir cuando sus derechos son vulnerados. Día a día aparecen incontables casos de feminicidios, violaciones y abusos que, aunque logran cierto nivel mediático y generan indignación, terminan quedando en la impunidad, convirtiéndose en un círculo vicioso.

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 No hay una justicia eficaz. La mayor parte de los procesos que cursan en los juzgados penales del Circuito son por delitos contra las mujeres, pero, a su vez, estos jueces deben ocuparse de otros procesos por otro tipo de delitos que también requieren una urgencia porque su prescripción es más corta que la de los delitos cometidos contra las mujeres. De todos los procesos que llevan los jueces penales del Circuito, el 70 % corresponde a procesos por delitos sexuales. Es por ello que para que haya una justicia eficaz es necesario crear jueces del Circuito especializados y aumentar el número de fiscales que atiendan con prontitud y urgencia este tipo de procesos para no revictimizar a las víctimas.

Lo segundo es que las empresas pierdan el miedo a contratar mujeres porque “pueden quedar embarazadas”. Con frecuencia me encuentro con casos de mujeres, quienes, en pleno siglo XXI, aún padecen esta discriminación, típica de un pensamiento troglodita; algo que por ningún motivo puede seguir sucediendo. Las mujeres somos tan fuertes y tenemos tanto talante que podemos desempeñar el papel de madres y profesionales con la misma diligencia; y eso es algo que nos hace únicas.

Lo tercero es que en los colegios se haga muchísimo más énfasis en los valiosos aportes de las mujeres a lo largo de la historia, pues desafortunadamente se dejan de lado. Es triste que pocos sepan que las mujeres han sido artífices de grandes inventos, como el material para el chaleco antibalas (Stephanie Kwolek), el primer compilador (Grace Murray) o la jeringa (Letitia Geer). O que muchos no sepan que mujeres como Margaret Thatcher o Indira Gandhi hayan sido de suma relevancia en el mapa político del siglo pasado.

Celebrar a las mujeres como se merece debe conllevar un cambio de paradigmas, no solo de parte de los hombres, sino de nosotras las mujeres, pues debemos tener absolutamente claro que como humanos todos somos iguales y gozamos de los mismos derechos, las mismas libertades y las mismas capacidades. Sin lugar a duda hemos avanzado como sociedad, pero aún estamos a media marcha en muchos aspectos que constantemente pasamos por alto, como las diferencias salariales, la falta de oportunidades y los distintos tipos de acoso. Mi aporte para celebrarnos día a día es invitar a una reflexión acerca de los puntos que hay que trabajar, y asegurarles a las mujeres que siempre haré lo posible para que tengan una voz, se sientan tranquilas, respaldadas, respetadas y puedan lograr sus propósitos más anhelados. 

 

MARÍA VICTORIA VARGAS SILVA

CONCEJAL DE BOGOTÁ

 

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