Grandes retos para descontaminar el río Bogotá

Alrededor del 36% de la población mundial vive en regiones con escasez de agua. En países como Colombia el mayor reto es contar con agua de calidad y con infraestructura adecuada de agua potable y de saneamiento[1].

Sólo el 60% de la población en América Latina tiene sistema de alcantarillado, y entre 30% a 40% de las aguas residuales son tratadas. Cifra sorprendentemente baja dado el nivel de ingreso y urbanización de la región.

Para el profesor de la Universidad Nacional, Leonardo Donado, en la capital no se ha hecho un tratamiento generalizado a las aguas residuales. Pese a las inversiones en plantas de tratamiento como Salitre y Canoas, resulta más eficiente hacer separaciones de los vertimientos desde la parte alta de los ríos[2].

De fondo también hay un contexto de vulnerabilidad socioeconómica. Gran parte de las personas que impactan estos ecosistemas lo hacen para satisfacer sus necesidades básicas por medio de las actividades productivas que han desarrollado a lo largo de su vida por falta de otras oportunidades.

Las subcuencas alta, media y baja del río Bogotá presentan diferentes problemas que varían de acuerdo a las características sociales, económicas y ambientales. Por ejemplo, es alarmante la alta presencia de la bacteria E. coli en el municipio de Villa Pinzón donde nace el río, teniendo en cuenta que esta agua es utilizada para el riego de cultivos[3].

La inadecuada disposición de residuos sólidos también permite la presencia de metales pesados como plomo y mercurio. La exposición directa no es la más grave, sino el consumo de vegetales que son regados con agua contaminada, o el consumo de animales que han sido alimentados con estas aguas[4].

Según los propios residentes de la ribera, son múltiples las enfermedades, tanto agudas como crónicas que han presentado: diarrea, dolor de estómago, gripa, sarpullido, entre otras.

«La contaminación del río nos privó de muchas cosas a nosotros, empezando por el empleo(...) A los 7 años ya teníamos trabajo porque había mucho trabajo, todo el mundo trabajaba así fuera cortando plátano, caña, ajonjolí, había empleo, pero a raíz de eso ahorita nadie cultiva... los finqueros que hay allí no dan ocupación si no para 5 o 6 personas (...) Del río salía el agua para tomar, de ahí se lavaba la ropa, nos bañábamos nosotros, con eso crecimos porque también ahí pescábamos, todo era con el río»[5].