Los colombianos enfrentamos dos problemas grandes este año: el desempleo y la inflación. El gobierno Duque supo reactivar la economía mucho más rápido que el resto de países de la región, y esto llevó a una tasa de desempleo del 11,4%, igual a la registrada antes de la pandemia, pero aún elevada y preocupante. La inflación es mucho menor que el promedio suramericano, pero aun no cede. El trabajo del nuevo gobierno era simple: seguir atacando la inflación y aumentar el empleo formal. Esa debía haber sido la prioridad.
Es por eso que ha generado tanta sorpresa el proyecto de reforma tributaria presentado al país la semana pasada. En forma inexplicable, el gobierno planea una reforma que genera más inflación y destruye empleo. Lo primero, porque además de incrementar precios en bienes de consumo básico, sobre todo para las familias más pobres, encarece los combustibles, que hacen parte de la estructura de costos de todos los sectores de la economía, con lo que previsiblemente habrá más inflación. Lo segundo, porque al poner unos impuestos que se traducen en lo que sería una de las tasas de tributación efectivas para empresas más altas del mundo, según la ANDI y diversos analistas, se generaría más desempleo. Siempre ha sido claro que, para mantener la rentabilidad de las empresas, y con ello la generación de empleo formal, los impuestos deben ser competitivos frente al mundo. Hoy en día casi nadie reclama que sean bajos, lo que se necesita es que no sean excesivos, como se pretende. La ANDI calcula que la tasa efectiva para comercio e industria aumentaría más de 5 puntos porcentuales. Para que se haga una idea de lo que eso significa, imagine que el IVA de un día para otro ya no es 19% sino 24%. Imposible generar empleo.
Es paradójico que muchas de las explicaciones del estallido social que vivió el país hace más de año, señalaban una indignación general, atribuida a que, en momentos de crisis, se prefiriera subir impuestos y no reducir gastos. A la gente le disgusta que el gobierno pida plata para derrochar. Pero al menos en el anterior gobierno se pedían recursos para dar apoyos a familias vulnerables. Ahora la nueva plata es para pagar la creación de dos nuevos ministerios, y dar muchos contratos para pagar favores políticos. No se escuchan proyectos de nuevas vías, ni de transporte, ni de distritos de riego, ni de nuevos hospitales. Fiel a su estilo, Petro le exigió a los alcaldes lotes para Universidades, pero de eso nada, y del resto de sectores, mucho menos.
Por si fuera poco, el gobierno Petro no ha propuesto un solo proyecto de Ley para recortar gasto, y ni siquiera es claro su apoyo a la reducción de salario de congresistas, a lo que bien pudo haber añadido una reducción de salarios de altos funcionarios, empezando por él. Eso ni siquiera lo ha mencionado. Pero además no hay nada que muestre cómo se van a recortar los $251 billones que el país se gasta hoy en funcionamiento, dentro de lo que $44 billones son gastos de personal y $11,5 billones adquisición de bienes y servicios. No ha mencionado ni una palabra sobre cómo se van a acabar los subsidios inoficiosos y mal focalizados. Nada. Salvo un trino escueto, gaseoso e impreciso, que desmantela lo que ya está prohibido, las nóminas paralelas, no hay nada. Petro nos pide que paguemos más impuestos profundizando la inflación y el desempleo, sin meterse siquiera la mano al dril. Muy mal comienzo.
Concejal de Bogotá